Víctor Ruiz: Las Maras

+21
View Gallery

Maras: ¿Mafia, narcotraficantes, pandilleros o simples víctimas de la sociedad?

Por Víctor Ruiz

El reportaje proporciona una mirada íntima y detallada sobre la vida dentro de las pandillas en El Salvador, específicamente la Mara 18, desde la perspectiva del autor, Víctor Ruiz Caballero. Se sumerge en las complejidades de la vida de los pandilleros, desde sus luchas diarias hasta sus relaciones internas y externas con la sociedad y las autoridades.

El autor retrata a los miembros de la pandilla como personas con historias individuales y aspiraciones, aunque atrapadas en un ciclo de violencia y marginalización social. Destaca la importancia de la familia, la amistad y la lealtad dentro de la pandilla, así como los desafíos que enfrentan, como la violencia, las drogas y la intervención policial.


A través de sus experiencias personales, el autor muestra cómo ganó la confianza de los pandilleros y pudo acceder a su mundo interior, capturando imágenes y relatos que ofrecen una visión única y conmovedora de la vida en las pandillas salvadoreñas. Al mismo tiempo, reflexiona sobre las causas subyacentes de la participación en pandillas, señalando la falta de oportunidades y el legado de la guerra civil en El Salvador como factores clave.


En última instancia, el autor aboga por un mayor entendimiento y empatía hacia los jóvenes atrapados en las pandillas, así como por soluciones más profundas y estructurales para abordar las causas subyacentes de la violencia y la marginalización en la sociedad salvadoreña. Su relato deja claro que detrás de los tatuajes y la apariencia amenazante de los pandilleros, hay seres humanos con sueños y aspiraciones, cuyas vidas podrían haber sido diferentes en circunstancias diferentes.

 

La guerra civil a principios de la década de los 80 obligo a emigrar a un millón de personas desde El Salvador. La mayoría se ubicó en la ciudad de Los Ángeles, California. Familias totalmente desintegradas, jóvenes, víctima de la violencia desde niño; el tener que abandonar la escuela para trabajar y quedar sin estudios, los llevó a la violencia y a las drogas para sobrevivir de los ataques  en donde hoy les tocaba vivir.

Sus integrantes, todos latinos, comienzan a ser liderados por mexicanos, que representan la mayor cantidad de inmigrantes en California. Pero luego surgen sus contrincantes o enemigos, que son los salvadoreños que forman la llamada «Mara Salvatrucha» y a partir de ese momento comienzan a librar batallas cámpales en busca de dominios de territorios.

Estados Unidos inició una política de deportación de criminales, muchos de ellos pandilleros de la M-18 o de su rival la Mara Salvatrucha (MS). Las pandillas son consideradas uno de las principales pandemias que diezman países como México, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Honduras, Canadá y muchas ciudades de Estados Unidos, esta gente regresó a sus hogares, pero llevaron todo lo que habían aprendido en Los Angeles, como robar, vender drogas y matar. Crecieron y establecieron una red de intercambio.

Jovanny Flores Orellana,19,( Izquierda) permanece detenido en la delegacion de Soyapango por pertenecer a la Mara 18 hoy en San Salvador. El Salvador 9 de diciembre del 2003. Unos 70 mil pandilleros aproximadamente pertenecen a las maras 18 y MS en todo Centroamerica. La creacion de un Paln regional para combatir a las pandillas, se analizara en la Cumbre Centroamericana el 19 de diciembre en Belice. (Foto/Victor Ruiz Caballero)

Mi primer contacto

Cauto y un poco nervioso por lo ignorante que me sentía  por no saber sobre  la organización que podía existir dentro de la Raza18, (no les gusta que los traten de Mara  como sus adversarios MS13), me reuní con el contacto. El primer paso, fue ir a la misma clica (lugar o zona donde operan) para hacer acto de presencia  y conocer  a la  raza en terreno. Ya en el lugar, no tardaron en hacerse presente en el mercado de El Parque Libertad, una paradoja por la situación que se ve  cada 15 minutos. La misma Pandilla que estaba contactando, cobraba peajes a los micro-buseros,  por la protección, para no ser asaltados.  Un grupo de muchachos  de no mas de 14 a 20 años de edad, hoy vestidos de camisa de cuello y cachuchas (gorras) los hombres,   y las mujeres con sus blusas y pantalones, para no ser tan visibles por sus tatuajes a los ojos de la Mano Súper Dura, impuesta  presidente Antonio (Tony) Saca, ley anti-mara improvisada 6 meses antes de las elecciones presidenciales de marzo del 2004.

Mirándonos de un extremo a otro, como estudiando nuestros movimientos, con la desconfianza que amerita la prensa sensacionalista local, uno a uno se nos acercaban como lo haría una fiera antes de abalanzarse sobre su victima del día.  Una raza, una familia, como ellos se autodenominan, funcionan como un solo eje sin tener un capataz que les ordenara la faena del día.  Todos, vestidos como cualquier civil, identificándose con sus propios modismos y señas o signos que solo ellos identifican.

Un miembro de la mara salvatrucha es visitado por su novia en la Carcel de Quezaltepeque. San Salvador, El Salvador 4 de noviembre del 2003. El «Plan Mano Dura» impuesto por el presidente Francisco Flores contra las maras, pretende desarticular a todas las pandillas del pais. (AP Photo/Victor Ruiz Caballero)

Saben que lo que hacen no esta bien, incluso una de ellas, la Chola, una mujer de nos mas de 23 años de edad, vestida como cualquier vendedora del mercado, acompañada de su hija de 6 años,  se sincera y  nos dice: “Yo no quiero esto para mi hija”, su rostro no se veía muy convencido, por el escaso ofrecimiento social que tienen en su país.  La Chola, nos conversa, más bien, nos interroga, con un ojo atiende a la raza y con el  otro a nosotros en el Parque Libertad.  A ella, La Chola, le cayó la primera propuesta de historia que llevaba en mente.

Lograr entrar en su hogar para poder retratarla en sus labores diarios de madre. No muy convencida, miraba de re-ojos al contacto, con complicidad y  a mi con desconfianza. Advirtiéndonos, nos dijo que el tema era muy delicado, sobre todo porque ya muchas veces les habían ofrecido no publicar las fotos que se habían dejado hacer dentro de su país y luego aparecían en páginas centrales de periódicos locales de gobierno. Intercede el contacto, para calmar su desconfianza diciéndole que con nosotros no tendría ese problema.

Mas tarde, ya estábamos en medio de la misma raza, los cuales nos preguntaban el por que, donde, y cuando? se vería esta historia que quería desarrollar. No paso mucho rato, cuando intentaba convencerlos para que accedieran al reportaje, se dejo caer la «chota» (Policía Nacional Civil), y en un casi suspiro, los 10 integrantes que nos rodeaban, desaparecieron dentro del mercado sin dejar rastro de su existencia.

La chota, con la prepotencia que los caracteriza, al ver que el puñado de pandilleros se les escurrió sin dejar la mínima señal, nos caen en cima para hacer la revisión rutinaria que les pide el Plan MSD. “Paréense de ahí !  Abran las piernas, las manos en la nuca, que hacen en este lugar? ”  Como delincuentes comunes y a vista de todo el mercado, nos revisaron cada extremo de nuestro cuerpo en busca de droga, algún arma o elemento corto punzante. Luego al ver que no teníamos nada, nos pidieron que nos identificáramos con nuestro Documento. Un poco molesto por el procedimiento y avergonzado por el registro indigno que nos hicieron, sin antes pedirme que me identifique, hice notar mi molestia a la PNC (Policia Nacional Civil). Ya con el tono más reposado, y de asegurarse que no éramos pandilleros o compradores de droga, nos explicaron el porque primero registraban y luego preguntaban quienes éramos.

Nuestro contacto nos dijo que mejor saliéramos del lugar, porque ya con la chota(PNC) encima, seria en vano lograr hacer contacto nuevamente con la raza. Nos fuimos a pocas cuadras cerca del Parque, en donde nos encontramos  con  un gentil hombre de no más de 35 años, apodado la Araña. Entre dientes el contacto mordió palabras para intentar decirme que este era uno de los duros del lugar. El contacto nos presento como sus amigos de confianza para lograr tener una charla con el. Le hablamos del tema, mi visión política de la ley anti-mara, el problema social que este arrastraba de antaño, que la ley Mano Súper Dura, no era la opción de arreglar este problema social, cosa que ellos tienen muy claro. Explique también, lo que intentaba hacer y mostrar con mi reportaje, todo para poder convencerlo de convivir un par de días con la Raza (mara 18) y de dejarnos entrar a su clica (zona donde opera la pandilla) sin tener que preocuparnos de cuidar nuestras espaldas al momento de sacar la cámara.

El Chobi (17),izquierda, miembro de la pandilla Mara 18, recibe humo de marihuana de parte de la homegirl Snyke. San Salvador abril 2005. (Foto/Victor Ruiz Caballero)

La araña se interesó en el tema, y nos invitó a pasar a unos de sus locales de venta de popusas (tortillas de maiz rellenas con queso) y cervezas. Con la primera cerveza apago la sed, la segunda nos puso en el tema y advirtió de sus riesgos, en la tercera nos aconsejo donde podíamos encontrar a unos de sus viejos estandartes, el Viejo Lin, el cual, aun dentro de la cárcel, manejaba su propia clica dando ordenes por celular.  Con la cuarta nos pidió que mejor habláramos con el Muerto, el cual pronto aparecería. La quinta me explicaba todo sobre sus ventas y negocios, tranzaba sin ningún tapujo con sus contactos en México, preguntado por la llegada de 5 menores, se trataba de trafico de personas hacia el norte, EEUU, siguió ofreciéndome cervezas, tomamos solo por adquirir mas confianza, esperando al máximo, el Muerto. Pronto apareció, tan vivo y sobrio, con un par de guardaespaldas que vigilaban dentro y fuera de la pequeña tienda que hasta ahora era solo para nosotros. “El  Muerto”, con una solidez en su rostro moreno, ojos hendidos y pómulos salientes, arribo al antro en un auto del año, de cristales polarizados y pintura metálica. Yo, un poco tocado por el alcohol y él con una serenidad que ponía los pelos de punta, me dejo claro el porque de su apodo. Me  pidió explicar nuevamente que era  lo que quería y el lugar donde se publicaría todo el material. El contacto, para calmar su inquietud y desconfianza, dejo caer toda su influencia que le daba el haberlo  curado y sacado meses antes  una bala de  su hombro derecho, por un encuentro entre pandillas, hecho que no quiso delatar. Le hizo saber, que éra de total confianza y que no le haríamos ninguna jugarreta política, de las cuales él ya estaba agobiado de ver en las paginas centrales de los periódicos locales pro derecha.  “No tendrás ningún problema con el, es amigo de mi entera confianza”,  le dijo, por cualquier cosa, “si las fotografías  que logra obtener  son publicadas dentro del país, yo  me pongo a disposición de la raza”.   Agrego nuestro contacto. Aunque no era mi afán de pedir que ninguno de los que estábamos ahí, tuviera que ofrecerse como responsable, fue indispensable para lograr establecer una conversación de afinamiento y logística sobre lo que veríamos y escucharíamos desde este mismo día.

Pudimos convencerlo, con una labia que no lo dejaba descansar, bombardeándolo por  todos  lados, con la fluidez que me daban esas  cervezas que corría por mi sangre. Unos 25 minutos duro la entrevista, y la espera tres horas. “Esta bien” me dijo el Muerto,  y en ese mismo momento, mi corazón dejo de sudar, por el estrés que mantuvo toda la entrevista. “Mañana mismo puedes llegar, pero antes habla con cada uno de ellos, para saber si quieren ser retratados.”   “Déjate caer en el Parque Libertad a las 12 del medio día”  ahí te veré, agrego.    Ya era de noche en el corazón del gran San Salvador y en los casi 5 años que viví en el, era mi  primera vez que caminaba sin temer a que me asalten  o maten.

Al otro día… El reloj marca las 12, y en el lugar habían 4 pandilleros hablando entre ellos, quizás comentado la orden que había dejado el Muerto. Me senté a esperar, no quise interrumpir su pequeña reunión. Luego se dejo ver la Chola, también enterada de la reunión que había tenido con el Muerto. “Ahora estamos esperando a los demás Home-Boy, para hablar sobre el tema, y ver que decidimos. Espéranos aquí y pronto te daremos la repuesta” dijo la Chola. La respuesta se alargo a un par de horas, la decisión no fue unánime, pero la Chola accedió a ser fotografiada en su hogar.  Me invito a su casa, y ya dentro de el, los demás llegaban uno a uno.

Pidiendo permiso para mover cualquier músculo, pude sacar mi cámara, para que ella y su hija……… de 6 años se acostumbraran.  Luego llego “Chobi”, bicho al revés, le pidió a su raza que le afeitaran la cabeza para poder lucir cada Tatuaje que ocultaba bajo el pelo.  Sin ningún obstáculo me   dejo hacer fotos cuando se afeitaba la cabeza, la cual cada rasurada aparecía una historia de su vida, contada en tinte negro. Sin darme cuenta ya estaba dentro de una familia, ahora,  solo tenia que seguir los pasos, con la cautela y tolerancia que ameritaba la delicada personalidad de cada uno de ellos.

Estuve todo el día, hasta que el atardecer, me  aviso que ya era hora de marchar. No quise seguir incomodando y me fui  satisfecho con lo que había logrado ese día.  La familia, la unión, la amistad, los niños, la fidelidad y la marihuana que no faltaba, estaban retratadas con mi lente. Los deje, sin antes pedir permiso para poder volver muy temprano al día siguiente.  Así fue, pero me encontré a la Chola tendida en su cama, herida de una pierna, por una bala que quedo alojada en el muslo. Nos dijo que fue un accidente, pero  los comentarios que se hacían entre la raza que la visitaba, se comentaba que había ido a dar de baja (a matar)  a una miembro de la Mara Salvatrucha (M13).  Nunca quedo claro, ni se supo quien fue la victima, ella no quiso entrar en detalles, era una misión secreta, encargada por los máximos de la pandilla. Una tarea mas el día que tuvo que cumplir y yo, no quise seguir ahondando con mis preguntas. Lo normal en estos casos, las victimas aparecen decapitadas y dejadas separadas de su cuerpo en sitios eriazos en la periferia de la capital.

La llegaron a ver durante todo el día, y su hija de 6 años, se comportaba como que todo era normal. Nunca estuvo sola y menos le falto que comer. Sus amigas, también de la raza se encargaban de cocinar y cuidar de ella y su hija,  los Home-Boy llegaban de a uno, trayendo consigo las verduras para el almuerzo y la cena.  Fue digno  ver esas escenas, la Gran familia de pandillas, actuaban como una sola, demostrando que la hermandad y fidelidad entre ellos era su primer código de sobre vivencia.    Ese día me fui temprano, para que pudiera descansar. Sin antes preguntar en que casa vivía el resto de la pandilla y le  pedí si podía intervenir por mí, para que el resto de la pandilla me dejara entrar al edificio en donde estaban alojando. No hubo problema.

Me fui al edificio, para rondar el lugar. Era de noche, y los pandilleros disfrutaban del fresco que la noche les ofrecía. Unos jugaban a la pelota y otros conversaban entre ellos en el portal del edificio.  Como ya antes me habían visto en la casa de la chola, los más curiosos me pidieron ver las fotos, volvieron a preguntar para que o donde serian publicadas las imágenes. Me explicaron los que les habían pasado con un fotógrafo de un periódico local. Estaban enojados por haber sido engañados y defraudados por la confianza que habían entregado al fotógrafo. Todo esto hacia que la desconfianza hacia mi persona fuera mayor. Yo, no quise presionar, solo deje que tiempo pasara y se fueran acostumbrando a mi cámara. Un día más, una noche más. Todos entraron al edificio. La puerta cerraba a las 12 de la noche, nadie podía entrar y nadie podía salir. Medidas de seguridad, tomadas por ellos mismos.

Al otro día me fui a visitar a la chola nuevamente, no quería perder de vista su recuperación. La acompañe a hacerse curaciones al local de los camilleros, una especie de comandos de salvamentos, un grupo de jóvenes voluntarios dispuestos a  trasladar heridos de accidentes en una ambulancia donada por alguna ONG de Los Estados Unidos y arriesgar su vida en los distintos rescates que tenían en los diferentes desastres naturales que se vivían  anualmente en el país.  La Chola salio de su casa acompaña de la snyke (serpiente)   y de chobi (bicho al revés), el rapado tatuado en la nuca.  Aunque iba apoyado en ellos y haciéndose la valiente, la Chola, recia con sus 80 kilos aproximados, caminaba tratando de cargar todo su peso en la pierna buena, pero su rostro no podía mentir, reflejaba todo el dolor por la bala alojada en su muslo, que con un pañuelo entre sus dientes, mordiendo intentaba olvidar.  Necesitaba de un doctor y de una cirugía inmediata para poder sacar esa bala, también de unos buenos calmantes para dormir tranquila, pero no se arriesgaba a ir al hospital, porque sabía que tendría que entrevistarse con la policía y  le preguntarían los acontecimientos del día que le pasó todo. Así que los mas cercano que tenia, eran los camilleros, los cuales solo podían ver si la herida estaba infectada, hacerle curaciones superficiales y de paso recomendarle algún anti-inflamatorio y alguna otra pastilla para prevenir infección. La Chola, se conformo con la curación y regresó a su casa con el dolor entre dientes, para esperar que la herida cerrara y que su cuerpo asumiera la bala al pasar los años.

Miembros de la Mara 18 son arrestados en Ciudad Delgado. El Salvador, Oct., 2003. Foto/Victor Ruiz Caballero.

La noche se dejó ver muy rápido,  y mis días estaban escritos, solo tenía cinco  días antes que mis pasajes de avión caducaran.  Esa misma noche acepte la invitación de mi contacto para asistir   a un local de fiestas en donde supuestamente llegaban pandilleros con sus Home-girl (novias). Pudimos entrar al antro, era todo un sub-mundo, no logre contactar a ningún pandillero, pero disfrute mucho del ambiente del lugar. Me fui temprano, el cansancio pudo más que mis ganas.  Al salir observe, que la PNC, estaba haciendo revisiones rutinaria, me vieron salir con mi cámara al hombro, no hicieron nada, y se fueron del lugar. Como todo era normal, seguí mi camino y me fui a casa, craso error, al otro día me entere que la decisión de dejar el lugar fue la peor que había tomado en todos esos días. En la noche había llegado los pandilleros y la PNC se dejo caer al local. Contaba el contacto, que llegaron con un soplón, que apuntaba a miembros de la pandilla con el rostro cubierto. Tomaron detenido a unos 5, ninguno de los del edificio.

Los siguientes días los pude compartir con la raza del edificio, poco a poco me fui ganando la confianza. Tanto así, que la invitación se extendió hasta para conocer al máximo, Carlos Ernesto Mojica, apodado El Viejo Lin, el padre de los pandilleros de la Mara 18. Encarcelado por narcotrafico y acusado de haber dado muerte a varios de sus adversarios de la M13. La cita la realizó una de sus ex home-girls (la Chola), y al tener a toda la pandilla de mi lado, accedió rápidamente a que yo fuera a la cárcel de alta seguridad de Zacatecoluca a una convivencia que tendrían con sus familiares.

El miedo, me tenía con  la adrenalina a tope, poder entrar a la cárcel saturada de pandilleros, mas de 400 miembros solo de la Mara 18,    era como meterme a la jaula del león, pero ya estaba ahí, y no podía dar marcha atrás. Los guardias o carceleros revisaron todas mis pertenencias, para luego llevarme a la oficina del alguacil, el cual me advirtió que dentro estaría solo y que podía pasar cualquier cosa, me hizo firmar una carta donde me hacía cargo de mi vida bajo mi propia respondsabiolidad. Los guardias me llevaron a la reja que dividía la libertad del enclaustro. Cuando llegamos a la puerta nos atendió un pandillero  que era el vocero. Ahí esperamos mientras buscaban al Viejo Lin. Ya me parecía raro tener que esperar con el guardia de seguridad, fuera del recinto, hasta que el Viejo Lin  apareciera. Después de los 20 minutos esperar, el Viejo Lin, apareció con un rostro y un aliento que dejaba claro que la fiesta estaba en pleno apogeo. Me llamo a que me acercara a la reja y me interrogo (preguntó) sobre política, la vida cotidiana y la guerra de Irak, y otros. Después de haber dado su discurso político en contra del gobierno de Antonio Saca y sus medidas de seguridad antimaras, nos dejo pasar. El guardia que habían mandado para mi resguardo, fue el único que no puedo entrar. “Usted dígale a su jefe que el estará bien con nosotros, no le pasara nada, le doy mi palabra” dijo el Viejo Lin.  “Señor, es que usted me pone en un problema, a mi me mandaron para que los acompañara, me llamaran la atención si ellos pasan solos”, le replico el guardia. “No se preocupe, le pondré tres guarda, dígale eso a su jefe”, dijo Lin. Y así fue, pasamos y con un movimiento casi militar, ordeno a tres mareros de su plena confianza que me acompañaran a donde quisiéra pasar, y encargo que todos en la cárcel, que me atendieran con respeto.  Solo se nos concedieron dos horas de visita, fueron las dos horas mas corta de mi vida. Un galpón, música ranchera y luego hip-hop,  bailaban unas cien personas, entre  familiares, homegirls y amigos.  No hubo tiempo para interactuar  con cada uno de ellos, el tiempo estaba en mi contra y los guardas me llevaban a tirones para que pudiera alcanzar a visitar cada rincón de la cárcel y luego presentarme a su familia para que les tomara un recuerdo. El hubo  tiempo para empaparse de cada historia, solo de sudor por la apurada visita.

 

Hoy intento digerir todo lo que mis ojos alcanzaron a rozar esos dias de convivencia con La Raza (Mara18), me quedan imágenes  para el recuerdo en mi retina, y,  un reportaje inconcluso que algún día quisiera continuar. Solo me queda claro, que los jóvenes que viven detrás de esos tatuajes, nunca habrían participado de las Maras, si solo hubieran tenido la oportunidad de crecer entre sus familias, con estudios y trabajo normal como en cualquier otro país.


Acerca del autor:

Víctor Ruiz Caballero, nacido en Santiago de Chile en 1969, es un destacado fotógrafo cuya pasión por la imagen lo ha llevado a capturar momentos significativos en diversas partes del mundo. Desde su ingreso al Instituto Alpes en 1990 para estudiar fotoperiodismo, ha dedicado su vida a este arte.

En 1993, se unió al equipo del periódico La Época, donde desempeñó el papel de reportero gráfico durante cinco años. Durante este tiempo, cubrió eventos y reportajes, consolidando su habilidad para capturar la esencia de cada situación bajo presión con su lente.

Posteriormente, durante seis años, contribuyó con su talento a la agencia de noticias Associated Press. Destacó como fotógrafo staff en Bolivia entre 1998 y 1999, y en El Salvador, Centroamérica, desde 1999 hasta marzo de 2004. Entre sus coberturas más destacadas se encuentra el terremoto de San Salvador el 13 de enero de 2001, así como la documentación de eventos políticos y sociales en México, Centroamérica y el Caribe, incluyendo cumbres presidenciales y procesos electorales. En el año 2006 es llamado a colaborar por la agencia de noticias Thomson Reuters, en donde participó de coberturas como la Muerte del dictador Augusto Pinochet Ugarte, la Explosión del volcán Chaitén y el terremoto y maremoto en Cobquecura, al sur de Chile.

Su obra ha sido reconocida internacionalmente y ha sido publicada en revistas y libros fotográficos de renombre. Destaca su contribución en la Revista Fotográfica «GKF-Bulletin» en 1994 en Ámsterdam, Holanda. En 2005 sus imágenes son incluidas en un episodio de “Gangland” para el History Channel, así como en libros como «Chile: Juventud Rebelde», publicado en 2019 junto al escritor Ariel Dorfman, y «Maras; Cruze de relatos. Documentales», editado por From the south side en 2013.

Ruiz Caballero ha sido galardonado con numerosos premios nacionales e internacionales a lo largo de su carrera. Entre ellos se destacan: en 2012, Primer lugar en Reportaje de Prensa que documenta las protestas estudiantiles que demandan mejoras en la educación, gratis y de calidad. Concurso anual de la Unión de Reporteros Gráficos de Chile, así como el primer lugar en la misma categoría en 2003. En 2011 su foto fue escogida dentro de las 45 más poderosas por el sitio web BUZZFEED, donde registra para la agencia Reuters, a un carabinero de Fuerzas especiales dando de un puñetazo en su rostro a un estudiante. Además, en 2004 y 2006, recibió una mención honorífica en el Concurso Fundación Nuevo Periodismo por sus reportajes fotográficos «Maras: Plan Mano Dura» y “El lado íntimo de las Maras” en México, y en 2002, una mención en Picture of the Year (POY).

Su trabajo ha sido ampliamente reconocido y difundido a través de diversas plataformas en línea, donde sus fotos han sido premiadas y publicadas, dejando un aporte visual en el mundo de la fotografía documental y periodística.

Enlaces:

@victorruizcaballero

Todas las fotografías publicadas aquí tienen el Copyright del respectivo fotógrafo.

© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879