Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Mundo Mágico: Formas de Representación de un Paisaje Alterado
Gaspar Abrilot
En el corazón de muchos santiaguinos se encuentra el recuerdo de un antiguo parque temático que tenía como principal atracción una maqueta en miniatura de Chile. En este lugar se podía recorrer, a bordo de un trencito, las diversas regiones e ir aprendiendo sobre la diversidad de nuestro país. Este lugar de ensueño era Mundo Mágico y fue diseñado por el taller de arquitectura Swinburn & Pedraza, quienes enfrentaron el desafío de contener y distribuir los más destacados elementos geográficos y arquitectónicos del país, implicando que el paisaje nacional fuera sometido a un radical proceso de selección y descontextualización. El lugar, inaugurado el 13 de abril de 1983, vivió una época de esplendor, llegando incluso a tener su propio programa de televisión, pero diversos factores y un elevado costo de mantenimiento hicieron que el sueño se terminara.
No tengo memoria de haber ido al parque, a pesar que viví una buena parte de mi infancia en Santiago. Sí iba con frecuencia a los juegos Diana o a Mampato, de los cuales tengo hermosos recuerdos con una diversidad de colores y sonidos. Mi relación con Mundo Mágico se dio fruto de la curiosidad y el azar pues en multitud de viajes hacia Valparaíso, al pasar por Terminal Pajaritos, alcanzaba a divisar un conjunto de cordilleras pequeñas que se perdían entre una vegetación. Posteriormente encontré una vieja Polaroid en el álbum familiar, una imagen en que aparecía yo, de 5 años, acompañado de dos corpóreos en un sitio eriazo, y luego de preguntar e indagar me comentaron que era una visita a ese lugar en el año 1987.
A dieciocho años del cierre de Chile en Miniatura, y desde su actual condición de ruina, es que empecé a interiorizarme de manera más profunda en su historia. Comencé a visitarlo y entender que resultaba pertinente volver a revisar un caso en donde la representación de nuestras ciudades y paisajes dio pie a la construcción de un mundo ideal. Luego de un proceso de investigación, llegué a la conclusión de que este lugar, aprovechando las posibilidades que permitía la miniatura, edificó la utopía de un territorio y una nación posible de dominar. Es así que decidí sumergirme en las especificidades de la fotografía de paisaje y la referencia histórica de las vistas topográficas con la finalidad de visualizar cómo se proyectaba hacia el futuro el modelo de construcción de un país, como la ruina puede ser un elemento de apreciación estética y como lo natural y artificial pueden transitar de manera limítrofe.
Al explorar la conformación de este parque temático y valorizar sus diversas estructuras, surgieron ciertas preguntas tales como ¿Qué líneas y formas simbólicas organizan un país? ¿Cómo se diseña y dispone el paisaje? ¿Existen diferencias producto del imaginario e intención propias de un gobierno de turno? Ahora bien ¿qué aspectos estéticos trae aparejado el paisaje? Sin duda, en este caso, su base está constituida por una de las categorías artísticas más influyentes de la estética moderna: lo sublime. Desde estas reflexiones podemos entender la emotividad que genera para mí la contemplación de una ruina, la belleza de la vegetación o el diseño de una maqueta que simula lo real.
Las fotografías de este proyecto buscan ofrecer una mirada basada en la suspensión temporal y espacial de este terreno. Por medio de constantes caminatas se crearon series consistentes en la vegetación tipo arbusto, el estudio visual de la composición de suelo, la línea fronteriza de cordilleras, registro de las diversas maquetas que aún existen, e intervención y contaminación presente a lo largo del parque. De esta forma propongo una mirada estética que intenta responder a ciertas interrogantes sobre cómo se estructura el paisaje, de qué manera éste ha ido evolucionando y cómo el ser humano se posiciona como observador.
Es importante también exponer el tratamiento que ha sufrido este terreno en términos de abandono, contaminación, intervención y cambios geográficos de la naturaleza, haciendo de este espacio un lugar invisibilizado. Este nivel de desamparo se puede apreciar en la mutación que el paisaje ha generado, pues la vegetación ha retomado el control del terreno y ya sólo quedan vestigios de la época de esplendor del parque temático. Es así que, desde un inicio, surgió la necesidad de recorrer y comprender la compleja geografía del lugar, desarrollando un plano imaginario que me situara en las diferentes complejidades que la naturaleza contiene para así poder retratar los diversos puntos desde una mirada topográfica, tipológica y documental. De esta manera la construcción y la estrategia (técnico-visual) se ancla en el proceso de observación del paisaje, no sólo como una rigurosidad orográfica-evolutiva, sino como una unidad sistemática de signos.
Esta necesidad de examinar los cambios del paisaje, producto de la intervención del ser humano, nos habla de la nueva comprensión de los aspectos urbanos, tales como: la expansión acelerada, la necesidad de infraestructura económica, el mal uso de las formas sustentables, la calidad de vida de las nuevas generaciones o la fractura del territorio por medio de la tecnología. Esto se manifiesta con la extensión y disposición de los diferentes íconos, y la fotografía superpone su capacidad de reflexión y representación en pos de visualizar de alguna manera la situación que hoy en día vivimos como sociedad y cómo nos relacionamos con nuestro medio.
Enfrentarse hoy a Mundo Mágico implica poder interrogarlo, por un lado, en cuanto al imaginario de paisaje que el modelo proponía y, por otro, en cuanto a la forma que este proyectaba los lineamientos para la futura construcción de un ideal de país. A lo anterior hay que agregar que este doble proceso de representación y proyección fue llevado adelante en un período donde el ambiente político, económico, social y cultural se vio fuertemente marcado por la Dictadura, por la irrupción de la arquitectura posmoderna y por las dramáticas transformaciones a las que estuvieron sujetas las ciudades del país. El modelo establecía el control absoluto de los elementos simbólicos naturales y económicos que el gobierno necesitaba, para disponerlos en un terreno que permitiera delinear y guiar a una nación hacia el siglo XXI, pues “los políticos quizás han sabido siempre que el dominio de un espacio está en la base del poder, que la política no es una función, un territorio o un espacio real, sino un modelo de simulación cuyos actos manifiestos no son más que el efecto realizado” (Baudrillard, 1978, p. 33).
En Chile en Miniatura, el paisaje representado no sólo proponía un único futuro sino que, al igual que un caleidoscopio, estallaba en una gran cantidad de posibles visiones, dando cuenta de un territorio múltiple. Se utiliza la maqueta como simulacro y simulación de la visión que se deseaba proyectar a principios de 1980, pues la simulación es fingir tener lo que no se tiene. También se potenció el vínculo fundamental de un país con sus altas cumbres en relación a los asentamientos humanos, dando cuenta que en Chile ciudad y montaña actúan como dos entidades fuertemente ligadas, partes de una misma totalidad. La cordillera representa un muro fronterizo que nos separa de la realidad del mundo, pero también es instalada como elemento simbólico de representación o identidad del país.
Este ex parque temático es una representación paradójica de la condición imprecisa de lo que es o no es nación, construida en un momento histórico donde el crecimiento urbano estaba transformando violentamente al territorio nacional, volviendo difusos estos límites. De hecho, en el modelo, y en el caso específico de Santiago, la grilla fundacional resultó drásticamente transformada, alterándose sus distancias constituyentes, orientaciones e incluso los edificios que compartían una misma cuadra, dando cuenta más bien de un Santiago alternativo formado por unas cuantas manzanas monumentales. El truco no se trataba de confundir con lo real, sino de producir un simulacro, con plena conciencia del juego y del artificio.
Hoy nos encontramos con un paisaje devastado, contrario a la visión proyectada de un país con vistas paradisíacas y una economía pujante. Un verdadero Oasis. Todos los elementos simbólicos presentes en este territorio, representados en las fotografías del proyecto, establecen un escenario distópico que supone la ruina como resultado de la no acción del ser humano, al no cuidado de estos monumentos emblemáticos, que en su momento fueron enarbolados bajo el dictamen del progreso y la imagen del futuro. Por eso es necesario preguntarse cuál era el imaginario de paisaje chileno, pues resulta paradójico que la realización de este proyecto fotográfico haya coincidido con un levantamiento histórico de un pueblo que cuestiona el modelo, los simbolismos y la propia cultura, provocando el derrumbe de todo el imaginario construido por una élite y una clase política, la caída de una cortina que no dejaba ver las enormes falencias que teníamos como nación. Mundo Mágico actualmente es un terreno apocalíptico, la representación gráfica de un Chile que no terminó por cuajar, repleto de maquetas chapuceras derruidas por el paso del tiempo, y rodeadas por una vegetación que ha recuperado su lugar.
Baudrillard, Jean. (1978). Cultura y Simulacro. Barcelona: Kairós.
Biografía:
Nacido en Santiago de Chile, Gaspar es fotógrafo profesional y Máster en investigación y creación fotográfica. Profesionalmente es editor, postproductor digital e impresor en Taller Gronefot y se especializa en trabajos de retoque, gestión de color, digitalización, restauración y preparación de archivos para destacados artistas nacionales e internacionales. Ha realizado importantes contribuciones en el rescate patrimonial fotográfico para la Biblioteca Nacional, Palacio La Moneda, Museo Vicuña Mackenna, Museo de Maipú, Fundación SudFotográfica (proyecto Fotolibro Chileno Siglo XX) y Fundación Víctor Jara. Actualmente desempeña labores de docencia en la Universidad Andrés Bello. Ganador de tres becas Fondart, su trabajo autoral se desarrolla análogamente en torno a problemáticas medioambientales y territorios alterados por el ser humano, siempre desde una mirada política. El año 2014 fue seleccionado para la exposición de mejores fotógrafos jóvenes “Emergentes” en la foto galería Arcos y ha participado en exposiciones colectivas en el CCPM, Pinacoteca de Concepción, Sala Pablo Neruda, Sala Chela Lira de Antofagasta y Parque Cultural ex-Cárcel de Valparaíso; También ha sido invitado al Festival PhotoPatagonia en Río Gallegos (2016 y 2018), Argentina.
Equipo Fotográfico:
– Cámara: Mamiya Rz67
– Lentes: Mamiya Sekor Z 65mm f4 y Sekor Z 110mm f2.8
– Película: Kodak Portra 160
– Trípode: Feisol CT-3472 lv y cabezal CB-50DC
– Escáner: Hasselblad Flextight X1
Sitio Web:
instagram.com/gaspar_abrilot