María Cristina Raty: HABITANDO EL VIENTO

Habitando el Viento, Belgas en la Patagonia

Por María Cristina Raty de Halleux

Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado siempre al margen de nosotros mismos.
Fernando Pessoa

Esta exposición nace a partir del archivo fotográfico de seis familias belgas que, tras la segunda guerra mundial, migraron a la Patagonia para comenzar una nueva vida. Veintidós adultos y veintiséis niños desembarcaron en Chile a comienzos del año 1949, y se establecieron principalmente en Chile Chico, a orillas del lago General Carrera. En las ventosas tierras patagónicas, los belgas encontraron un hogar en el que habitar hasta el día de hoy—ellos y su descendencia.

 

 

Las condiciones de vida en la región eran extremadamente difíciles, con un clima y geografía desafiantes y escasa conectividad. En esas latitudes, la naturaleza enseñaba a respetarla y a enfrentar cada jornada con fuerza y valentía, y, por qué no, con una buena dosis de locura. Para ello contaron con la ayuda, generosidad y apertura de la gente de la región, que les enseñó el oficio de vivir en tierras australes. Los descendientes de los viajeros fueron hijos de dos mundos: progresivamente, en tierras sureñas, las dos culturas compartieron costumbres y vivencias, y salieron más fortalecidas.

Poder contar con el registro visual de esta historia notable es un privilegio que debemos a la vibrante cultura fotográfica de las seis familias. La primera generación de migrantes contó con al menos siete aficionados fotógrafas y fotógrafos, y la tradición de hacer álbumes, guardando y clasificando archivos. Esta muestra, originalmente se expuso en Chile Chico para conmemorar los setenta años de la llegada de los belgas al país—una celebración que convocó a más de doscientos cincuenta descendientes en Chile Chico. El presente registro, creemos, ilustra la riqueza y el legado de un encuentro intercultural en Chile que nos habla a todos el día de hoy.

Presentación de los viajeros – motivación

La historia de esta travesía transatlántica se gesta en la Bélgica de postguerra. Gabriel y su cuñado Paul reciben con entusiasmo las noticias de que el gobierno chileno está concesionando tierras en el extremo sur, y convencen a familiares y amigos de dejar atrás sus pertenencias y partir a establecerse en la Patagonia.

Eran, en su mayoría, familias con buen pasar económico—entre las que había ingenieros, agrónomos, y médicos—por lo que su decisión pareció, a muchos, un sinsentido. Además de las familias, se unió un grupo de solteras y solteros y el Padre Roberto Polain. Después de intensos preparativos, a fines de 1948 una comunidad de aproximadamente cincuenta personas zarpó desde el puerto de Amberes hacia el cono sur—un viaje que, se hizo claro al momento de partir, era probablemente sin retorno.

El Viaje

La odisea desde Bélgica hacia la Patagonia duraba alrededor de cuatro meses e involucraba distintos medios de transporte.

Los viajeros llegaron alternativamente a través de Chile o Argentina, desembarcando en Buenos Aires, Valparaíso y Punta Arenas, desde donde se trasladaron a Chile Chico en avión, y auto—incluyendo la gran caravana de vehículos que los migrantes se trajeron directamente desde Bélgica, en su mayoría material de guerra que los norteamericanos vendían en Europa. Llevaban con ellos todo tipo de maquinarias y mobiliario, incluidos todo lo necesario para equipar sus nuevas casas—desde muebles a cuchillería.

Contando de su travesía marítima, Gabriel escribe en el año 1948: “Nuestra vida a bordo puede compararse a la de los monjes, desde el punto de vista de la alimentación, el confort, y de la libertad del movimiento, y a la de los prisioneros del punto de vista de las actividades. A pesar de eso, estamos bien física y anímicamente, sobre todo gracias a las escalas de las que recibimos un voluminoso correo y que nos permiten a nosotros enviar el nuestro”.

VIDA COTIDIANA I – LA LLEGADA

Al llegar a la Patagonia, los belgas se encontraron una tierra indomable y fascinante, tan bella como salvaje—y aún escasamente poblada. Su primer centro de operaciones fue Chile Chico, un pueblo con una población de aproximadamente 600 personas, emplazado a orillas del ventoso lago General Carrera, el segundo lago más grande de Sudamérica.  En ese entonces no había agua potable, electricidad, ni leña, la que se traía de los pueblos del interior del lago; insumos como medicinas o combustible podían adquirirse únicamente en Argentina. El pueblo estaba extremadamente aislado—más conectado con el pueblo argentino Los Antiguos, a diez kilómetros de distancia, que con el resto de Chile. Los belgas, otrora acostumbrados a una vida acomodada, se habituaron a enfrentar dificultades a diario a fin de asegurar su sobrevivencia. Para alimentarse, cuidar y educar a los niños las familias se organizaron comunitariamente, para lo cual el rol de las mujeres fue clave.

Ninguno de los recién llegados hablaba español, el cual fueron aprendiendo trabajosamente, a fin de insertarse en el entorno chilechiquense—que aceptó a los “gringos” como parte integral de la comunidad. A las dificultades lingüísticas se sumaron los constantes retos impuestos por la naturaleza y la falta de conectividad. Decidir si atravesar o no el río Jeinimeni crecido, cruzar el paso de las llaves “de a caballo”, navegar el lago General Carrera “picado” como el mar, o abordar avionetas (llamadas en la región “cocteleras”) con vientos de más de ochenta kilómetros por hora, eran algunos de los desafíos habituales que demandaba salir de Chile Chico. El correo llegaba a Argentina y había que ir a buscarlo a caballo, atravesando el río en la frontera.

EL HELGA

Para asegurar su porvenir económico, la comunidad belga llegó a la región con un plan preciso: instalar un aserradero para la venta de madera a Argentina. Con el objetivo de trasladar el material por el lago, gestionaron la compra de un barco en el Atlántico, el “Helga”—un gigante de 40 toneladas y 22 metros de largo. La “bañera con patines”, como la llamaba Gabriel, fue trasladada a Chile a través de 420 kilómetros de pampa patagónica—una hazaña que demandó una gran destreza ingenieril y mecánica.

 

VIDA COTIDIANA II – OCUPACIONES ECONOMICAS

Las cosas no salieron siempre como esperaban: el proyecto maderero no prosperó; así como el plan de vivir en Murta, donde se encontraban las tierras concedidas por el gobierno chileno. Presionados por la firme determinación de las mujeres del grupo, los belgas decidieron quedarse en Chile Chico, donde se habían establecido en primer lugar, así como en el pueblo vecino argentino Los Antiguos. Allí se dedicaron principalmente a la ganadería y la agricultura, con ayuda de la gente de la región. En la práctica, sin embargo, todos tuvieron que aprender a hacer un poco de todo, a “arreglárselas”, un concepto mantra que para esa generación se constituyó en una filosofía de vida.

LOS NIÑOS

Las seis familias viajeras eran numerosas: cinco familias belgas y una italiana, y de hecho, gran parte del grupo original eran niños. Gabriel y Marie Antoinette viajaron con nueve hijos y tuvieron dos más en Chile; León y Monique llegaron con tres hijos y luego tuvieron otros ocho. Los pequeños ganaron una infancia tan llena de desafíos como de aventuras, contando con la extensión patagónica como campo de juego.

El primer niño que nació en la Patagonia fue Charles, quién hoy tiene 72 años y vive aún en la región. Los siguientes descendientes nacidos en Chile hoy habitan distintas partes del globo. Algunos regresaron a Bélgica; otros se establecieron en distintas partes de Chile y Argentina; otros viven en la Patagonia de sus abuelos hasta el día de hoy.

Concluye Paul en 1995, “¿Lo esencial no es acaso que, a pesar de las penas y la dureza de la vida, en su conjunto esta haya sido feliz y magnífica?”.

CITA FINAL

¿Qué impulso llevó a los belgas a salir de su país, y a quedarse, obstinadamente, en tierras patagónicas? Sus propios descendientes no tienen, hasta el día de hoy, una respuesta satisfactoria a esta pregunta.

El deseo de partir había respondido, inicialmente, a su experiencia traumática de las dos guerras mundiales, y quizás también a un sueño tan ingenuo como poderoso—la esperanza de comenzar de cero en un entorno libre, en el que todo estaba por crearse.

Una vez llegados, sin embargo, algo en la Patagonia los sedujo y los transformó para siempre, incluso a aquellos que más tarde partieron —una vida en que las dificultades diarias venían de la mano con recompensas únicas: un profundo contacto con la naturaleza, la vida comunitaria, el compañerismo y el convencimiento de que cada día podía transformarse en una nueva aventura—un relato digno de contar.

Agradecimientos

A los descendientes de la comunidad belga que hicieron posible esta exposición, especialmente a Claudine Amand de Mendieta por su  importante colaboración desde el inicio del proyecto.

Exposición 2019, Chile Chico

Curatoría: María Cristina Raty de Halleux, Miguel Angel Larrea

Exposiciones 2022-2024

Santiago, Corporación Cultural de las Condes

Valparaiso, Museo de Bellas Artes, Palacio Baburizza

Talca, Universidad Católica del Maule.

Curatoría: María Cristina Raty de Halleux, Verónica Besnier
Colaboración: Claudine Amand de Mendieta
Textos: Javiera Lorenzini, María Cristina Raty de Halleux Fotografía: Claude Amand de Mendieta, Alexandre Amand de Mendieta, Paul de Smet d’Olbecke, Agnes du Bus, Claire Everarts de Velp, Gabriel de Halleux, Jacques d`Hoop, Beatrice Moyersoen, Christian Nolf, Robert Polain, Pierre de Halleux.
Recopilación y digitalización de archivos: Christian Amand de Mendieta
Financiamiento y Apoyo: Délegation generale Wallonie-Bruxelles au Chili (WBI).

 


Acerca de María Cristina Raty:

María Cristina Raty de Halleux nació en la Patagonia chilena, en 1963. Se formó como kinesióloga en la Universidad de Chile y lleva 13 años dedicada profesionalmente a la fotografía.

Se ha interesado especialmente en el retrato, la fotografía de naturaleza y la macrofotografía, siempre con una marcada tendencia hacia lo simbólico. Entre sus exposiciones recientes destaca Momentos Cubanos (2022-2023), elaborada a partir de fotografías tomadas en Cuba y expuestas en Santiago, Valparaíso y Talca. Actualmente está trabajando en el proyecto Inmersión, en el que explora procesos de auto-conocimiento a través de imágenes de reflejos y transparencias.

Paralelamente ha estado trabajando en el proyecto Habitando el Viento, la historia de su familia, una comunidad belga migrante que llegó a la Patagonia chilena tras la segunda guerra mundial. Esta muestra se ha expuesto en distintas ciudades de Chile y finalizará su itinerancia en Bélgica.

Enlace:

@titiratydehalleux_photos

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© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879