Chile es un país donde la fotografía llega de forma temprana, prácticamente antes del año desde la publicación de este invento en Francia, pero no reaccionó ante ella como algo revolucionario, era una curiosidad como muchas otras.
Debemos señalar que a mitad del siglo XIX el interés público y distracciones populares iban del lado del hipnotismo, las maravillas técnicas que traía el advenimiento de una segunda revolución industrial, la experimentación con drogas de forma recreativa que distrubuían las droguerías locales y, también como una forma de ocio, el arte y la cultura a las cuales el criollismo atornilló su mirada heminegligente en exclusiva a lo que viene del hemisferio norte. A veces copiamos lo bueno, la mayoría de las veces copiamos lo malo y el resto simplemente copiamos por copiar todo aquello que pueda ser “nor-foráneo”.
Una de las primeras referencias de una foto oficial en las presidencias a nivel global proviene de Estados Unidos, cuando el mandatario antiesclavista John Quincy Adams se hace retratar durante 1843 en formato daguerrotipo. El mismo Adams interviene en la composición de esta toma; si bien no se trata de una fotografía presidencial con el propósito de ser instalada en todas las reparticiones estatales como la conocemos hoy, es un primer gesto. Napoleón III haría algo parecido en 1854 cuando se hace retratar por Nadar en formato de carte de visite que sí era reproducible hasta el hartazgo y por lo mismo, una imagen que circulaba.
En Chile no hay mayores referencias a una foto oficial como tal hasta 1906, cuando Pedro Montt asume el poder por vía eleccionaria (anteriormente los vicepresidentes del 1901 Anibal Zañartu y Germán Riesco se habían hecho retratar por medio de fotografía); lo que la convierte en algo oficial es el uso y simbolismo de la banda presidencial dentro de la chaqueta del esmoquin y con el escudo en medio del pecho. La fotografía tiene una composición básica, figura y un fondo sin detalles; el presidente mira hacia su izquierda.
Por esas fechas iban por carriles paralelos la fotografía y el retrato pictórico. La fotografía oficial pasó por muchos momentos y consideraciones sociales y epistemológicas, por mencionar algo el retrato fotográfico oficial del presidente Arturo Alessandri Palma nunca tuvo el mismo impacto y popularidad de una foto casual hecha con su perro Ulk; además de tener una que otra simbología de logias.
Es a partir del trabajo de Jorge Opazo Galindo (1908-1979) que la foto presidencial se vuelve un “must” y ritual mismo de haber asumido el poder en la práctica y también en el plano simbólico. Parte con Pedro Aguirre Cerda en 1938, pasando por otras cinco presidencias consecutivas hasta la de Frei Montalva en 1964. Opazo sería considerado como el fotógrafo de los presidentes hasta 1970, coincidente con la llegada de la Unidad Popular y su retiro definitivo.
La foto de Pedro Aguirre Cerda monta un escenario que sería la referencia de cinco mandatarios para su presencia oficial. Retomando el fondo estrellado que usara Arturo Alessandri, lo cual nos permite deducir que se trató de una sesión en el mismo Palacio La Moneda; el fotógrafo Opazo suma la presencia del sillón presidencial donde el retratado apoya su brazo izquierdo, el ángulo elegido es un contrapicado, dando a entender que es una gran figura, alguien superior; el poder no está sugerido en el modelo o su postura, si no en las elecciones del fotógrafo.
Aguirre Cerda mira a lontananza por sobre el fotógrafo/observador. La postura de pie revela una actitud de desapego simbólico del poder (representada por el sillón/trono), dando a los presidentes un aire de intelectualidad y visión de futuro que no busca instalarse eternamente en el poder: esa es la figura de un verdadero estadista. La planta de iluminación estilo Hollywood es simple pero muy efectiva, una iluminación principal dedicada al retratado que está suavizada, iluminación de recorte o contraste para el fondo; se busca producir el denominado “triángulo de Rembrandt” en uno de los pómulos.
Una imagen que será bastante distinta, incluso hasta el día de hoy es la del presidente Juan Antonio Ríos, quien opta por lucir sus ojos claros en un retrato de primer plano (donde queda en evidencia la maestría de Opazo respecto a la iluminación, ocupando una planta de luces que resaltan los ojos como si se tratara de joyas con luz propia).
El retrato presidencial a Gabriel Gonzalez Videla en 1948 vuelve al stencil del sillón y un ángulo contrapicado que fuera utilizado con Pedro Aguirre Cerda, el rosetón (escarapela) y la supuesta piocha de O’Higgins que desaparecería a manos de Pinochet (hecho capturado la transmisión de tevé del cambio de mando en 1990) son parte de la sesión. En González Videla vemos la repetición del recurso de iluminación de Rembrandt.
Carlos Ibañez del Campo en 1952, para su segundo período presidencial, es otro modelo con quien se repite el stencil opaceano. Recordemos que Ibañez ya se había hecho del poder en 1927 desde su puesto militar como Ministro de Guerra, al presionar desde dentro al presidente Emiliano Figueroa por ejercer poder para instalar parientes en los otros poderes del Estado chileno. Fue un golpe de Estado militar no declarado.
Para su segundo período opta por una imagen civil de sí, él está delante del sillón, su mano derecha también se apoya en dos dedos sobre un brazo del sillón. Jorge Alessandri Rodríguez en 1958 opta por una foto bastante más austera, está recibiendo el país en una profunda crisis económica, él viste tuxedo y sólo lo acompaña la banda presidencial. No aparece el sillón, la escarapela, la piocha, ni siquiera es una banda presidencial con el escudo bordado. Austeridad en su grado minimalista.
Se cierra un período con la sesión de Frei Montalva; es igualmente austera pero no refleja esa triste escena solitaria de Alessandri Rodríguez, tampoco aparece el sillón o algún adorno que llame la atención. Frei no se apoya en el poder del sillón, sino en la intelectualidad y el simbolismo ejecutivo del escritorio. Como otros presidentes también apoya dos dedos sobre la superficie del escritorio, pareciera que sus dedos recrean un triángulo.
Si bien el paso de estos seis presidentes son de distintas orientaciones y momentos políticos, a Opazo siempre se le asoció con la oficialidad presidencial y la clase alta de Chile, tanto los de más abolengo como aquellos personajes que buscaban subir en la escala social apareciendo en la páginas sociales de la revista Zig-Zag que desde los años treinta era el referente para esos fines.
Con la llegada de Salvador Allende a la presidencia y su tumultuoso populismo se pierde un tanto la noción de foto oficial. Es uno de los primeros presidentes en tener un equipo de fotógrafos permanentes como lo fueron Luis Orlando “Chico” Lagos Vásquez, jefe de fotógrafos, Gabriel Amado, Guillermo Hidalgo, Hugo Pueller y el oficial Leopoldo Víctor Vargas (funcionario FACH designado al palacio de gobierno que terminaría casi por accidente como fotógrafo). El final de su gobierno sería trágico, y por lo mismo, en el inconsciente están más presentes aquellas fotografías que tienen que ver con sus últimas horas que con las que circularon en las dependencias estatales bajo la clasificación de “oficiales”. En esta función se cuentan dos fotos. Una es un retrato cerrado (no logramos dar con una confirmación de su autoría) y otra donde aparece sentado en el sillón presidencial pero que carece de la hierática o el simbolismo que se espera de una fotografía oficial; Allende se muestra con las piernas cruzadas, sus calcetines son protagonistas inesperados al reflejar la luz de un flash directo, no tiene mayor incidencia la aparición de los símbolos patrios; es una imagen producto del momento más que una sesión pensada.
Esta foto fue capturada -suponemos que de forma improvisada- por Leopoldo Vargas, oficial FACH que durante el gobierno de la Unidad Popular estaba destinado al Palacio de La Moneda, y que terminaría comprometido como fotógrafo ya que también sería el autor de la polémica y última fotografía del presidente Allende con vida, instantes previos al bombardeo de los Hawker Hunter sobre la casa del poder ejecutivo. Entre lo confirmado y lo que no, lo que sí podemos observar es que Allende instaló la costumbre de llevar la banda presidencial por sobre la chaqueta hasta la presidencia actual.
La llegada de Pinochet no fue clara ni para sus secuaces de la Junta de Gobierno, quienes originalmente harían rotar el poder hasta -supuestamente- devolver la administración del país a una renovada clase política u otra figura administrativa de consenso; pero a la usanza de todo dictador que se precie de tal, Pinochet se quedó con el poder para sí. Existen varias fotos del general vestido como presidente, pasando por títulos tan rimbombantes como Jefe Supremo de la Nación hasta Presidente de la República (que no era un título que le correspondía ya que era de facto).
Aquí entra uno de los “pintoresquismos” del dictador, quien ocupó una imagen social realizada por Opazo en su estudio durante 1973 para hacerla circular entre amistades y reparticiones más cercanas, no obstante no fue reconocido por la Junta como primera autoridad si no muchos meses después. Debemos mencionar que el fotógrafo con el tiempo se desmarcó de la autoría de esas fotos.
Eventualmente Pinochet realizaría otras fotos integrando una serie de símbolos y posturas que representaban el poder que ejercía. De forma sucesiva las fotos del dictador van ganando accesorios hasta llegar al barroquismo de una foto que simplemente necesita un gran formato para poder apreciarse la cantidad de símbolos puestos en escena que -en el entender egótico- lo ascenderían a patriota superlativo.
El empuje comunicacional de Pinochet fue tal que aún hoy no es difícil encontrar sus fotos oficiales a la venta en internet, la mayoría de ellas asociadas a casas fotocomerciales que quizás preferirían no figurar al dorso.
Los símbolos pitonisos de la democracia
Llegada la democracia pactada de los noventas, la fotografía de Patricio Aylwin vuelve a lucir cierto grado de austeridad. Se hace circular dos fotos oficiales, una de pie al lado del sillón Imperio ocupado por los presidentes de lo que denominaremos Era Opazo y hay otra toma que es -en lo personal- la que recuerdo haber visto en reparticiones públicas en la cual aparece firmando un documento sobre un escritorio.
Dando énfasis en la parte ejecutiva de su mandato, la austeridad va marcada en dos puntos, es una mezcla de la fotografía del mentor de la falange, el expresidente Frei Montalva al ocupar como escenario el escritorio (símbolo de un proyecto ejecutivo por sobre ilustrar una relación de poder), pero sigue presente la bandera satinada que instalara Pinochet en imagen e inconsciente. Además se realizan estas dos fotografías dentro de una misma sesión (Aylwin luce la misma corbata en ambas tomas).
Esta imagen demostró la poca voluntad o preocupación que había de establecer un corte visual con la dictadura y además -debemos señalar- que en el área de Comunicaciones del Palacio La Moneda seguían trabajando mandos medios y altos heredados de la administración de Pinochet, por lo que posiblemente esta sesión haya sido coordinada desde estos estamentos más que quedar al criterio de alguno de los cinco fotógrafos que trabajaron oficialmente para La Moneda durante el período de Aylwin; nos referimos a Jesús Inostroza, Alejandro Mendoza, Ronald Arias, Claudia Basaure, Patricio Salinas y Osvaldo Briceño como encargado de laboratorio. Este equipo fue formado por el ex AFI Jorge Ianiszewski, quien hoy está por completo alejado de la fotografía políticamente comprometida.
La fotografía de Frei Ruiz-Tagle sería realizada por el mismo equipo ya mencionado, que muestra algunas diferencias, donde el encuadre es más cerrado, el fondo es la bandera en movimiento. Aquí se aprecia una estética distinta, que a la larga es un corte definitivo con la influencia opaceana en la imagen oficial. Sale Opazo, entra Photoshop. Más que foto oficial, parece la foto de una campaña publicitaria.
De alguna forma -en el imaginario- Frei seguía en campaña, ya no recorriendo el país si no el mundo. No ocupa la banda, es un ejecutivo global que dentro de su patria cumplía labores como presidente. En este punto debo mencionar que para este artículo no dimos con la foto oficial de Frei en los buscadores más populares, lo cual confirma esta sombra, la idea del presidente ausente aún después de un cuarto de siglo.
La imagen oficial de Ricardo Lagos repite la maniobra de Frei, que claramente tiene como referencia la publicidad y no lo ritual. Tampoco ocupa la banda. La bandera flameando en el fondo se cruza con el escudo, el blanco da la sensación de cordillera. La nariz se orienta a la izquierda, extraña y sutilmente los ojos no miran al frente, parecen desviarse a la derecha ¿podría ser esto un resumen de su gestión?
Las fotos de Bachelet y Piñera parecen confundirnos, son una suerte de enroque, entre ellos y sus respectivas imágenes. El denominado gobierno de “Bachelet 1” (2006-2010) elige una fotografía donde la presidenta luce un impecable traje blanco de cuello mao, el fondo es azul; la foto de “Bachelet 2” (2014-2018) es su negativo, fondo blanco y chaqueta azul, también de cuello mao. No aparece la bandera en ninguna de las dos, el máximo símbolo patrio es la mirada.
La administración visual de Piñera 1 (2010-2014) opta por un plano cerrado y poca profundidad de campo, se aprecia un fondo de jardines en bokeh.
Destaca por su veracidad por así llamarlo. En apariencia no hay mayor uso de Photoshop y el presidente parece un caballero de los que les gusta capturar al Fotocine Club: la verdad ontológica del exceso de arrugas. Se agradece la honestidad (visual), pero se vuelve extraña esta imagen al compararla con la imagen de Piñera 2 (2018-2022), donde aparece más joven. Un adulto activo que parece estar posando para la imagen corporativa de aerolíneas ya que el fondo es una vista algo picada sobre la Cordillera de Los Andes, misma vista que podríamos apreciar desde una escotilla de avión.
Recordemos que la propiedad de aerolíneas fueron la sombra mediática del presidente y empresario. Un detalle a considerar, Piñera es el primer presidente en aparecer sonriendo ampliamente en su foto oficial, mostrando los dientes, ocurrencia que tomará prestada Bachelet para su foto del segundo período.
El joven presidente y los expertos en práctica
La principal estrategia de toda oposición al gobierno es re-sobre-interpretar las cifras, buscar culpar al presente por la cadena que situaciones negativas que se arrastran. La otra estrategia opositora siempre ha sido caricaturizar. Se ha dicho que la juventud no tiene experiencia para gobernar o, a falta de encontrar un defecto físico (tan arraigado en viejas generaciones de chilenos y chilenas) para ridiculizar, se ha optado por buscar un apodo traído de afuera como mote, aquello de merluzo que proviene de la opinión desde afuera de un locutor español. Este gesto habla tanto y tan mal del chileno promedio y no correspondería mencionarlo a un texto que busca llegar a una suerte de tesina.
Los indicadores a los cuales propende el gobierno, sus reparticiones, asesores y expertos, han leído el presente o un pasado muy cercano, parece que no hubo mayor asesoría, pero lo más notable es que la foto oficial no pasa sólo por el criterio del fotógrafo, gusto del mandatario y su pareja encontrándolo más o menos guapo, hay varias capas más de revisión. ¿Se habrá revisado el pergamino de fotos oficiales?
En su momento se habló que era el primer presidente sin corbata, pero eso no es lo relevante. Hay elementos que entran y salen, pero hay símbolos que afectan o que -si lo vemos desde lo más lúdico- echan la suerte de cómo se verá esa gestión más adelante. Sin más me pregunto lo siguiente, ya no desde un punto de vista fotográfico puesto en la balanza del simbolismo, voy a esa interpretación del impacto visual que despierta en el ciudadano a pie y al exégeta, todos a la vez, a sabiendas que se venía una crisis económica, ¿a quién se le podría ocurrir hacer una fotografía oficial en que el presidente tiene literalmente “el agua al cuello” y con un paisaje parcialmente nublado acechando en el fondo?
Debemos señalar que el haber ocupado el mar de fondo no fue a sabiendas que sería víctima del mote de “merluzo”, porque entre que fue tildado de tal y la sesión fotográfica oficial, prácticamente fueron hechos sincrónicos del mismo 11 de marzo de 2022. En vista y considerando todo lo expuesto anteriormente, a título personal, sin comprometer al medio donde publico, me atrevo a señalar que tenemos una caricatura oficial de lo que puede ser una presidencia. El error no fue de la fotógrafa que lo realizó, técnicamente es prolija su labor, el yerro está en la cadena de asesores que vieron la fotografía como un producto estético, conceptualmente apoyado en la cuota de género, y no como un símbolo que afecta la realidad; algo que tenían mucho más claro los presidentes del ala masónica ya en los años treinta.
Lo que duele como chileno es que la imagen presidencial resultó ser una caricatura realizada puertas adentro. Veamos al final de la administración actual en qué grado se cumple esta vez el oráculo fotográfico.
Imágenes y fuentes:
– Jorge Opazo, Retrato, Imagen y Poder. Margarita Alvarado et al. Editorial Pehuén. 2007.
– Memoria Chilena, http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-128295.html
Acerca del Autor:
Jorge Villa Moreno (Illapel, 1978). Licenciado en arte y fotógrafo, ha trabajado con las instituciones culturales más relevantes de Chile, con las cuales también ha desarrollado la labor de divulgador de la fotografía, organizando charlas, realizando investigaciones y principalmente creando conciencia desde la mediación sobre el acervo cultural de la fotografía.
Ha realizado variadas muestras de su trabajo, destacando su énfasis pionero como en 2014 realizando la primera exposición a nivel nacional a partir exclusivamente de la cámara de su celular, montada en la ciudad de Quilpué, región de Valparaíso.
También en 2017 realizó un taller de fotografía para niños del primer ciclo escolar llamada “Fotografía Libre y Feliz” que se exhibió en el entonces Consejo de la Cultura y las Artes, y siendo destacada en la oficial cuenta de Twitter de la presidencia.
Es editor y mediador de “La Ruta de Sergio Larraín por Valparaíso” y su proyecto emblemático Fotomérides, (ambos en Facebook). Actualmente su gestión va de la mano con el auge del fotolibro durante pandemia, organizando un ciclo de charlas -aún en curso- en el Ministerio de la Cultura, Las Artes y el Patrimonio; en paralelo está gestiona la creación de una fototeca y colección permanente de fotografía en el Centro Cultural Daniel De la Vega en la ciudad de Quilpué.
Jorge Villa Moreno ha obtenido becas y fondos concursables en varias oportunidades.
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