Borja Abargues: ¿Quien salva al salvador?

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¿Quien salva al salvador?

Por Borja Abargues

 

 

Las organizaciones humanitarias que salvan vidas en el Mediterráneo Central siguen estando criminalizadas y perseguidas debido a normativas caducas que lastran su trabajo de salvamento. Todo suma a una cadena de obstáculos que hiere al alma, la razón y el sentido de la justicia del personal de abordo. En ellos, inevitablemente, permanecerá el eco de una situación tan extrema convertido en traumas, fobias, recuerdos e incomprensión. Acompañamos, durante todo el viaje, a la tripulación del buque Aita Mari, en su duodécima misión de rescate, en la que lograron salvar la vida a 43 personas.

Simón Vidal (Capitán) y Ramón Mateo (Oficial de puente) observan la pantalla ante el aviso recibido por un posible avistamiento de una embarcación de madera a la deriva. Durante las misiones de rescate se reciben mensajes de varias ONG’s alertando a los barcos de salvamento. En estos mensajes se informa de las características de las embarcaciones divisadas y su localización aproximada. En ese momento comienzan los preparativos de todo el personal del equipo para un posible rescate en alta mar. © Borja Abargues

El viernes 16 de febrero, la expedición del buque Aita Mari, de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario, rescataba a un grupo de 43 personas (40 de Bangladesh, 1 de Sudán y 2 de Egipto), cerca de las costas libias. Pocos minutos después de concluir el rescate, las autoridades italianas remitían el permiso de desembarco en el Puerto de Ortona (Italia) a más de 1.200 km de la zona de rescate. Un decreto aprobado el 2 de enero de 2023, y reprobado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, señalaba una medida, inhumana y cruel, que debía ser aplicada: desembarcar a las personas rescatadas en puertos lejanos asignados previamente con el criterio de la “distancia”. “Intentan lastrarnos y que nos rindamos. No les preocupa la vida de las personas y su manera de demostrarlo es aplicando estas series de medidas que entorpecen las labores de rescate en el mar. La asignación de un puerto lejano tiene como fin provocar un gasto terrible de recursos al barco y alargar el cansancio de los rescatados y de la tripulación”, explica Simón Vidal, capitán del Aita Mari. Las ONG Mission Lifeline o SOS Humanity son dos de las organizaciones que, en su día, emprendieron acciones legales contra Italia por esta asignación sistemática de puertos distantes.

R.S. (20 años, Madaripur), sigue las instrucciones de uno de los rescatistas una vez repartidos todos los chalecos salvavidas. © Borja Abargues

La continua lucha del Ejecutivo de la ultraderechista italiana Giorgia Meloni para limitar la actividad de los barcos humanitarios en el Mediterráneo Central tiene como eje principal los decretos aprobados en 2022. En ellos no se prohíbe, directamente, el desembarco de las personas rescatadas, pero se facilita que se realice con el mayor número de impedimentos. Entre otras medidas, se obliga a los barcos humanitarios a notificar inmediatamente a las autoridades italianas del puerto de desembarco para dirigirse a dicho lugar directamente. Esta medida impide realizar algún rescate más, ya que los buques tendrán que acudir al puerto asignado, después de cada acción de salvamento.
Otro de los grandes lastres que tienen que soportar las ONG de rescate marítimo son los acuerdos bilaterales entre países de la Unión Europea con países como Túnez, Libia o Marruecos, con el fin de bloquear la entrada de personas a Europa. Las autoridades europeas no dudaron en renovar el acuerdo Italia-Libia en 2022, ignorando los abusos que se infringen a miles de personas que intentan cruzar el Mediterráneo Central. La complicidad de la U.E. se da en tanto que el endurecimiento del acuerdo firmado entre ambos países complica la entrada en Europa y retiene a los migrantes en un país no seguro y asolado por la guerra. Diferentes informes internacionales han documentado el terrible trato que reciben migrantes y refugiados en Libia, como el realizado, en noviembre de 2021, por la misión de investigación de la ONU en Libia, que determinó que las reiteradas violaciones a las que son sometidas migrantes y refugiados constituyen crímenes contra la humanidad.

“A pesar de todos los obstáculos, sabemos que nuestro trabajo es salvar vidas e intentamos no desviar ese foco de atención. Trabajamos duro para que los rescates salgan bien. Hay mucho entrenamiento previo detrás y somos conscientes que formamos un equipo profesional de garantías… No obstante, y no me preguntes porqué, llegando a la zona de rescate mi mente cambia, me cuesta dormir y estoy mucho más inquieto de lo normal”, argumenta Pablo Jauregui, cocinero y parte de la tripulación del Aita Mari. Todas las personas que forman parte en una misión de rescate están sometidos al impacto emocional de un estrés muy elevado y deben saber manejar sentimientos como la impotencia, la culpa y el sufrimiento que provoca pensar en el futuro de los seres humanos a quienes has salvado. “Es muy importante dividir la terapia en tres fases: un trabajo previo antes del rescate, ejercitar la mente durante el salvamento y seguir con una buena terapia después de la misión. El equipo de rescate tiene que ser consciente de que está realizando un trabajo excelente, pero sin ponerse grandes metas… Vas a rescatar al máximo de personas que estén en tus manos, pero no vas a terminar con el problema global, ni vas a poder salvar a todas las personas que suban a una patera.”, explica Marga Lalande Castro, especializada en la terapia de colectivos de riesgo expuestos a situaciones extremas y coordinadora del equipo de apoyo psicológico a tripulantes y personal del barco Open Arms.

Atardece en el Mediterráneo, y sobre la cubierta del Aita Mari conviven tripulación y personas rescatadas. Por delante quedaban más de 1.000 Km para llegar al puerto de destino, asignado por las Autoridades Italianas. © Borja Abargues

“Estaba atardeciendo… Estábamos exhaustos del rescate. En un momento dado divisamos un punto que, en pocos segundos, se hace dolorosamente nítido. No parecía ser otra patera… No era azul. Era blanco y negro, como la patrullera libia que unas horas antes nos había estado vigilando por unos minutos tras el rescate. Iba rápido, muy rápido y directa hacia nosotros. “Viene a colisión” – se le escapó al capitán por la radio. Viramos a estribor y nos pasaron por la armura de babor. Por la dirección que llevaban, no fue difícil deducir que estaban haciendo un “Push back”, es decir, una devolución a territorio libio de las personas capturadas en la patera vacía que acabábamos de divisar minutos antes”, explica Juan Luis Haro, médico voluntario de la duodécima misión del Aita Mari.

El 11 de diciembre de 2023 una investigación de Lighthouse Reports, publicada en consorcio por varios medios europeos, expuso información probatoria que demostraba que la Agencia Europea de Fronteras, Frontex, proporcionó, de manera sistemática, la información de navegación de diferentes embarcaciones, que tenían a bordo personas migrantes, a un barco operado “por una milicia vinculada a Rusia, relacionada con la trata de personas, los crímenes de guerra y el contrabando”. Esta investigación concluyó, además, que Tareq Bin Zeyad (TBZ), la milicia libia que emplea barcos para la interceptación de este tipo de embarcaciones y traslada a las personas migrantes a Libia, interceptó a más de mil personas en el mar frente a las costas de Libia y Malta, y las devolvió a Libia, con la ayuda evidente de los aviones de vigilancia. “Tenemos claro que nuestra lucha está dirigida hacia el respeto global de los derechos humanos de las personas. Pienso que lo que hacemos es nuestra obligación. No le podemos dar la espalda a esta gente que abandona, desesperada, sus países intentando salvar su vida. Por otro lado, están las patrulleras libias y tunecinas, que en ningún momento respetan a las personas migrantes, sino que los tratan de una forma despreciable y vejatoria. En todo momento nos persiguen e intentan torpedear el trabajo que hacemos… Y lo peor es saber que tras este conjunto de crueldades está la financiación proporcionada por fondos europeos”, concluye Simón Vidal.

El Aita Mari tardó más de cuatro días en llegar al Puerto de Ortona. Durante la travesía el personal de a bordo proveyó de comida, mantas, ayuda sanitaria y minutos de internet para que se pudieran comunicar con sus familias. Una vez desembarcadas todas las personas rescatadas en puerto seguro, la tripulación se preparaba para seguir su camino hasta el Puerto de Bilbao. “El momento de los desembarcos en Italia es muy duro. Ver a la policía y al personal de Frontex esperándote. Observar cómo se preparan para identificar a los rescatados como si fueran delincuentes y la rueda de interrogatorios a la que te someten en tierra … Me genera mucha rabia e impotencia. Es algo con lo que debo de luchar, para que no impida realizar correctamente mi trabajo.”, dice el capitán del Aita Mari.

Simón Vidal, capitán del Aita Mari, en la cubierta del barco de salvamento. La tripulación acababa salvar a las últimas personas a bordo de la patera. Las labores de salvamento se alargaron durante toda la mañana y, en ocasiones, los rescatistas tuvieron que pelear contra olas de más de un metro de altura para poder ayudar a las personas que viajaban en el bote. © Borja Abargues

En una situación extrema, como lo es un rescate de este tipo, se generan una serie de sentimientos que se han de identificar para poder mantener una buena salud mental: “A bordo del barco se tiene que trabajar muy bien la mente. Momentos después del salvamento se ha de prevenir el exceso de empatía con los rescatados y digerir la fatiga por compasión o el estrés generado en el rescate. Hay que tener claro que no todas las personas están preparadas para embarcar en una misión de salvamento. No vas para demostrar nada a nadie, ni tampoco a vivir una experiencia… Vas a salvar vidas y, posiblemente, a presenciar mucho sufrimiento. Eso te acabará removiendo más pronto que tarde.”, comenta la terapeuta.

Una vez llegados al destino final y atracado el barco en el Puerto de Bilbao, llega el momento en el que la tripulación vuelve a su día a día, a una cotidianidad diametralmente distinta a la experiencia que se intenta dejar atrás y se debe continuar con la rutina que dejaron a un lado antes de comenzar la misión. “No es fácil volver y continuar con tu vida. Lo a que a ti te preocupa no es lo que le preocupa a la persona que está a tu lado y tener una conversación al mismo nivel se hace muy difícil. En ocasiones, puedes sentir que no tienes a nadie con quien hablar ciertas cosas… Pero lo que sí sé seguro es que, después de una experiencia tan dura como lo es un rescate, tienes que sentarte y hablar de ciertas cosas que han ocurrido durante la misión, no puedes cargar tú sólo con lo vivido en el barco. Hay que abrirse y gestionarlo.”, añade Pablo.

Embarcamos junto a la tripulación en el buque Aita Mari durante su duodécima misión de rescate en el Mediterráneo Central, saliendo del Puerto de Vinarós, en Castellón y desembarcando a todas las personas rescatadas en Ortona (Italia). Seguimos a un grupo de personas que se resiste a las injusticias, que no acepta lo inaceptable, que sabe que su alma y sus valores van a quedarse heridos al comprobar cómo otras personas sufren y son tratados de manera inhumana y que se empeñan, con los pocos recursos con los que cuentan, en derribar todas las trabas impuestas con un objetivo compartido: hacer menor el número de víctimas en esta travesía llamada “la ruta de la muerte” . Son personas que luchan incansables por convertir “la ruta de la muerte” en “la ruta de la vida”, de otra vida que debería llamarse FUTURO.


Acerca del autor:

Borja Abargues (Valencia, 1982) es fotoperiodista y redactor especializado en conflictos, post-conflictos y crisis humanitarias. Ha trabajado como freelance documentando historias en África, Oriente Medio y los Balcanes, con un enfoque especial en temas relacionados con derechos humanos y migraciones. Sus reportajes y fotografías han sido publicados en medios nacionales e internacionales. Entre sus proyectos destacados se encuentran investigaciones sobre la sobrepesca en Ghana, la crisis migratoria en Senegal y las operaciones de rescate en el Mediterráneo Central junto a la ONG Salvamento Marítimo Humanitario.

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