La Caravana de la Muerte
Por Nacho Izquierdo y Luis Sánchez
A fines de 1986 un joven e impetuoso Gervasio Sánchez llegó a Chile motivado por registrar una realidad que fuera de sus fronteras era aún poco conocida, las consecuencias de la dictadura instalada tras el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que llevó al General Augusto Pinochet Ugarte al poder. Recuerda que ese año estaba en Granada visitando Fuente Vaqueros, la casa natal de Federico García Lorca, junto a su pareja de toda la vida. “Entramos en un bar y estaba el informativo de la televisión española anunciando que se acababa de producir el atentado contra Pinochet y yo le dije entonces a mi novia me voy a Chile y dos meses después, el tres o cuatro de noviembre, me fui a Chile. Me fui tres meses y ahí empecé a hacer un poco la historia de desaparecidos, conocí a personas muy importantes de la Vicaría de la Solidaridad, de la Agrupación de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos y empecé a hacer reportajes sobre ese tipo de temáticas. Ahí empecé a especializarme en este trabajo que se refiere a mostrar con contundencia las consecuencias de la guerra, de las dictaduras o de la violencia”.
“Te cuento una cosa anterior, el año 83 estaba haciendo cuarto de periodismo en Barcelona, empecé a militar en Amnistía Internacional la agrupación de derechos humanos que se había formado en Londres en el año 61 por un abogado y un periodista, tenía tanta intensidad y ganas de trabajar que mis compañeros de amnistía internacional -había abogados, arquitectos, médicos, muchos latinoamericanos del sur que habían huido de Argentina, de Uruguay, durante la dictadura de los 70- me empujaron a convertirme un poco en el líder del grupo y empecé a hacer trabajos sobre desapariciones forzosas, a leer informes sobre violaciones de Derechos Humanos en Guatemala, El Salvador.
El día que llegué a Chile, desembarqué con el cambio de horario, antes de irme a descansar -era un viernes- me fui a la Vicaría de la Solidaridad y me dijeron, bueno como es viernes por qué no vienes el lunes a primera hora y te atendemos, yo decía que acababa de llegar y quería aprovechar el fin de semana y me dijeron ‘aunque estemos en dictadura descansamos los fines de semana’, yo iba con muchas ganas de trabajar. Empecé a conocer gente fantástica, conocí a Sola Sierra, era la presidenta de la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos, ahí estaban también Viviana y Victoria Díaz, las hijas de Víctor Díaz que había sido detenido por la DINA, la policía secreta de Pinochet. Me hice muy amigo de ellas, a Viviana yo la quiero como si fuera una hermana, hace mucho tiempo que no nos vemos, que no hablamos, pero si mañana llegó a Chile una de las primeras personas que voy a llamar es a Viviana, porque luego trabajamos mucho, también Carmencita Vivanco que vivió hasta los 104 años, que tenía cinco desaparecidos, personas que para mí terminaron siendo una referencia. También empecé a conocer a personas muy amenazadas de muerte en Chile, que se debían esconder continuamente, que incluso me confiaron historias sin conocerme de mucho, vieron a un jovencito que tenía muchas ganas de comerse el mundo y que venía a Chile con las ganas de trabajar. Ahí pasó una cosa muy importante, un día me encontré con Rosita Silva, que era un terremoto de mujer, salía a las protestas y se ponía en primera fila y tenía unas peleas con los pacos, los antidisturbios y un día Rosa me dijo ‘mira Gervasio deberías irte al norte de Chile, mi padre lo asesinaron en La Serena, es el caso de la Caravana de la Muerte, el caso del General Arellano Stark, es un caso que algún día va a tener mucha importancia’. Y estuve todo noviembre y diciembre y justo después del año nuevo agarré un autobús, me fui a la Serena, me fui a Calama y unos meses después publiqué en el diario El País de Madrid un gran reportaje sobre eso. El primer reportaje que se publicó fuera de Chile fue el mío y tuvo muchísimo impacto”.
Decepción
Sánchez reconoce que también han habido personas e instituciones que lo han decepcionado. “Para mí el partido que más ha traicionado la memoria en Chile ha sido el partido socialista, el PPD, Partido por la Democracia, traicionaron la memoria de Chile desde el momento en que fueron permisivos con la continuación de Pinochet, no solamente como Comandante en Jefe del Ejército a partir del 90.
El Partido Socialista fue el partido que más personas perdió durante la dictadura, el número mayor de desaparecidos y ejecutados políticos son socialistas y este partido acabó permitiendo que Pinochet se convirtiese en un Senador vitalicio y que se paseara por el Senado, enfrente de los hijos de las víctimas. Se volvieron muy poco receptivos al dolor ajeno. Yo le hice una entrevista a Ricardo Lagos cuando ya se veía claramente que iba a ser Presidente de Chile, pero antes de serlo, ya había sido elegido candidato después del gobierno de Aylwin y del gobierno vergonzoso de Frei. Le hice una entrevista en la que a la cuarta o quinta pregunta me dijo: ‘señor periodista, todas las preguntas van a ser sobre derechos humanos’. Dije, ‘sí, todas las preguntas van a ser sobre derechos humanos, sus opiniones económicas no me interesan para nada, me interesa saber qué va a hacer usted ahora cuando llegue a la Presidencia de Chile, ¿qué va a hacer usted, se va a comportar igual que sus predecesores?’.
Y me acuerdo que con él tuve una entrevista súper dura y el día que tomó posesión le hice una pregunta en público que no le gustó, pero a mí me da igual, le pregunté cuánto iba a tardar en recibir a la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos, le dije, ‘¿va a hacer usted lo mismo que ha hecho su predecesor, el señor Frei, que jamás los ha recibido en La Moneda?’. Entonces se sintió muy golpeado por mi pregunta y dijo ‘inmediatamente lo voy a hacer inmediatamente, señor periodista’.
¿Periodista o fotógrafo?
Gervasio Sánchez ha sido premiado en múltiples ocasiones por su trabajo fotográfico, sin embargo, reconoce que mientras estudiaba la licenciatura en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona “jamás hice un curso de fotografía, todo lo que sé de fotografía lo he aprendido sobre el terreno, trabajando y cometiendo muchos errores, y también de verdad que intentando ser autocrítico, aprendiendo de los grandes genios de la fotografía, intentando siempre mejorar mi trabajo y bueno, he tenido la suerte de conocer a los mejores fotógrafos del mundo sobre el terreno (…) Yo creo que al final el fotógrafo va pidiendo prestado a todos los maestros algo de su calidad para que, en una especie de mezcolanza de calidades, acabe apareciendo tu propio estilo. Hay un fotógrafo que realmente influyó mucho en mí porque cuando tenía 30 años analizó mi trabajo en profundidad, fue muy crítico pero, al mismo tiempo, me dio unos consejos que me sirvieron de mucho, por ejemplo, me dijo que tenía que buscar mi forma de contar las cosas. En aquel tiempo me sonó un poco a chino porque claro, yo tenía una cámara, la levantaba, miraba por el visor, intentaba que la luz, la apertura del diafragma y la velocidad estuvieran relacionados y simplemente disparaba. Al cabo de un tiempo empecé a entender lo que significaba buscar tu manera de contar las cosas”.
¿Cómo llega a cubrir las zonas de conflicto y especializarse en esta área?
“Yo tenía muy claro que quería ser periodista desde muy joven. Con 14 años iba al instituto mientras que mis compañeros adolescentes no tenían ni idea de lo que querían hacer en la vida, yo ya tenía claro que quería ser periodista quizá porque quería viajar, me gustaba mucho viajar coleccionaba muchos sellos, los sellos me llevaron a la idea de llegar a alcanzar los lugares de mis sellos viajando, conociendo países y pensé que el periodismo sería el camino, lo cual es sorprendente porque la mayor parte de los periodistas no viajan o algunos se creen que viajan porque se meten a internet, o sea, tiene que ver con una cosa muy curiosa que tiene que ver con el reflejo de cómo ves la vida cuando eres un adolescente. Tengo algunos compañeros del primer curso de periodismo que se acuerdan perfectamente que en el primer trimestre ya estaba diciendo que yo quería hacer conflictos armados, o sea, tenía claro a que me quería dedicar, no quería hacer televisión, no quería hacer radio, no quería hacer política, ni cultura, ni economía, quería hacer conflictos. Y fue lo que empecé a hacer. Antes de que acabara la carrera hice algún viaje a lugares conflictivos y desde hace 40 años estoy en esta especialidad del periodismo”.
A medida que ha presenciado este escenario tan frío y hostil donde el miedo y las aflicciones abundan en la mente de las personas, ¿ha encontrado alguna explicación de por qué somos capaces de llegar a extremos como los hechos asociados a la “caravana de la muerte”?
“La Caravana de la Muerte es un caso extraordinariamente simbólico, porque demuestra hasta dónde llega la brutalidad del Estado fascista. Estamos hablando de hechos que empiezan además en Cauquenes el 10 de octubre del 73, hacía menos de 30 días que se había dado el Golpe de Estado de Pinochet. Además, Pinochet que ni siquiera era un militar, digamos golpista, o sea, Pinochet era un cobarde que se subió al Golpe de Estado, seguramente influido por el propio Sergio Arellano Stark. Pinochet era un militar ambicioso, había otros militares en Chile, tanto del ejército de tierra, como de la marina y en el ejército del aire, que eran más vociferantes contra la Unidad Popular y que estaba más a favor de dar un golpe mucho antes. Evidentemente es un criminal de guerra, pero era bastante cobarde, o sea, una persona que acaba asesinando a su predecesor en Buenos Aires, al General Prats. Realmente estamos hablando de una persona muy cobarde que ordena a Sergio Arellano Stark, que era casi como la voz de su conciencia, era muy extremista, le da la orden de ir con un helicóptero y uniformar los criterios de los consejos de guerra y lo que se dedica es a fusilar gente que en su inmensa mayoría habían sido juzgados y condenados a penas de cárcel. Yo hablé incluso para la Caravana de la Muerte con el presidente de los consejos de guerra de Calama, el teniente coronel Fernando Reveco, que no quería dictar sentencia de muerte, estaba en contra de la pena de muerte, se había sentenciado a la gente a penas de cárcel o de relegación”.
“Hay que tener en cuenta que mi viaje al norte de Chile, en el año 87, lo hago bajo estado de sitio y toque de queda. Y te puedo asegurar que desde el primer minuto que llegué a Calama y Antofagasta, la DINA, que ya era CNI (Central Nacional de Informaciones) nos estaba siguiendo. En Chile se había demostrado claramente que no había escrúpulos después del atentado a Pinochet, cogieron a Pepe Carrasco y a otras personas y los asesinaron. A Pepe Carrasco le metieron un montón de disparos en la cabeza, fue brutal lo que hicieron, o sea que ser periodista en Chile, aunque sé que los periodistas extranjeros no son tan perseguidos, o al menos se lo piensan dos veces antes de matarte, porque saben que va a tener un gran impacto internacional, pero no tenían escrúpulos, era peligroso estar en Chile en aquellos tiempos, no a los niveles de una guerra abierta. Yo acabo de estar recientemente en Ucrania, he estado en muchos conflictos abiertos, pero era tener que dormir por las noches pensando que en cualquier momento pueden entrar en la habitación, sacarte y darte una somanta de palos, darte un serio susto, eso estaba a la orden del día. Pues cuando yo conocí el caso en el 86, mis primeros reportajes los hice en el 87 y volví en el 98, el 99 y el 2000 cuando Pinochet estaba detenido en Londres. Cuando volví después las cosas eran mucho más tranquilas, evidentemente ya había una democracia, aunque fuese una democracia vigilada por los militares”.
A propósito de eso, usted ha dicho que “el periodista que va a una zona de conflicto tiene que sentir el dolor de las víctimas si quiere transmitir con decencia”. A medida que se sumerge en estas vivencias ¿la sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento permanece, crece o aparece algún tipo de “fortaleza” que le permite estar presente, documentar y mantenerse de pie ante esa realidad? ¿cómo se puede ser sensible y fuerte al mismo tiempo?
“Yo creo que los periodistas debemos ser personas que vamos a los lugares a contar lo que les pasa a personas que están sufriendo situaciones de violencia inusitada, que sea un poco de correa de transmisión del dolor ajeno, de una manera absolutamente rigurosa y dándoles protagonismo a las personas que lo tienen. No me gustan los periodistas que creen que son ellos lo importante, estemos en medio de un conflicto armado de gran violencia con bombardeos, o estemos investigando casos como la Caravana de la Muerte. A mí siempre me ha gustado hacer este tipo de trabajos, con la conciencia de que creo que lo que estoy haciendo y que, contra viento y marea, contra el interés de la prensa, contra el desinterés de la prensa, porque estos temas son muy difíciles hacerlos y luego publicarlos. Yo he tenido la suerte de que he escogido los momentos y me ha venido muy bien y he publicado en la prensa y luego lo he podido publicar en libro, pero muchas veces nadie tiene interés por lo que pasa después de una guerra. Las guerras casi siempre son mal cubiertas o las dictaduras mal cubiertas, los golpes de Estado mal cubiertos. Las posguerras y dictaduras a largo plazo a nadie le interesa, los medios de comunicación rápidamente se pasan de un sitio a otro, intentan por todos los medios no prestar atención, tienes que luchar primero contra las circunstancias que vives en el país, después tienes que buscar a los protagonistas e intentar convencerles de que no eres uno más que llega allí a hacer las preguntas típicas, sino que quieres hacer una gran historia, te quieres un poco sentir golpeado por la violencia que ellos han sufrido y quieres transmitir sintiendo el dolor que ellos sienten y luego tienes que encontrar el espacio para transmitir y todo ello es muy complicado”.
Y en ese contexto, ¿cómo el periodismo o el recurso de la fotografía, puede llevar a cabo el propósito de mejorar la vida de la gente?
“La fotografía tiene una cosa inimaginable en el lenguaje literario, o sea, no necesita traducción simultánea; una fotografía la lee igual un chileno, que un español, que un chino. De hecho, los niños y las niñas aprenden antes a leer imágenes que a leer palabras. Cuando un niño empieza que la m con la a es ma y dos ma son mamá o dos pa son papá, está harto de ver imágenes. Con 3 años han visto imágenes desde que nacieron y saben leer imágenes. En un mundo de imágenes, las imágenes tienen una gran fuerza visual que pueden llegar a todo el mundo. Un poema de Eduardo Galeano, un poema de José Saramago o un libro de Pablo Neruda, tienes que traducirlo al chino, al inglés, al ruso, en cambio no te pasa igual con una fotografía, evidentemente hay que contextualizarla, tienes que contar qué está pasando, pero hay fotografías tan gráficas que no necesitan siquiera pie de foto, que se ve claramente lo que ocurre”.
Si mira su trabajo en retrospectiva, ¿la fotografía que realiza es más que sólo una muestra de la cruda realidad, sino más bien un llamado a valorar la vida?
“Yo en el año 90 o 92 tenía ya 8 años trabajando en zonas de guerra, había cubierto conflictos muy duros en El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Perú de Sendero Luminoso, la guerra civil en Colombia, había estado en la guerra de Croacia y empezaba a cubrir la guerra de Bosnia, que eran guerras en el patio trasero de de mi casa. Y tomé la decisión de fotografía en color lo más evidente de la guerra que eran los muertos, los heridos, la violencia, los bombardeos y cuando tuviera tiempo fotografiaría todo eso que no interesa de la guerra, que la vida cotidiana, en blanco y negro. Con el paso de los años y las décadas, esas imágenes en blanco y negro han tenido más desarrollo y más intensidad y me han dado más alegrías incluso que las fotografías en color, muchos fotógrafos trabajaban en color. Fue sorprendente porque en color hacía lo más evidente de la guerra que era la muerte y ante la muerte tú no puedes mirar hacia otro lado. Yo no soy de esas personas que dicen no, es que no hay que mostrar cadáveres, ¿cómo que no hay que mostrar cadáveres?, en la guerra muere la gente, o sea, las bombas caen y destrozan cuerpos y mata gente. Pero también hay otra parte de la guerra que es la vida cotidiana, la resistencia a la fuerza de voluntad de los seres humanos para luchar contra la violencia, que a mí me interesa muchísimo. Entonces me he ido especializando un poco en mostrar estas partes más sombrías de la guerra que es la vida cotidiana. Al final he llegado a la conclusión de que los muertos son el menor problema de una guerra, los entierras y ya está. ¿Qué pasa con los vivos?, ¿qué pasa con la gente queda golpeada en su conciencia, que no sale del trauma, que sufre estrés postraumático durante décadas?, ¿qué pasa con la gente que busca a sus desaparecidos durante décadas?, ¿qué pasa con todas estas mujeres chilenas que han muerto sin saber dónde estaban sus seres queridos? Pero no solamente porque el dictador desarrolló campañas de gran violencia, sino porque la democracia chilena no les ha dado una salida digna, porque la democracia chilena se ha se ha acobardado ante el problema, porque la democracia chilena no está a la altura de las circunstancias”.
La fotografía está en la cabeza
Al momento de dar alguna recomendación para una buena fotografía, Gervasio Sánchez es claro al decir que “las fotografías están en la cabeza” y que lo relevante no es el equipo que uses.
“Este trabajo de la Caravana de la Muerte lo hice en color cuando yo estaba trabajando en blanco y negro. En aquella época la mayor parte de mis trabajos de referencia, El Cerco de Sarajevo, Vidas Minadas, en Chile empecé Desaparecidos y estaba trabajando en blanco y negro y cuando llegué a la Caravana de la Muerte, la hice en color. Todo lo hago con un equipo Nikon, porque la primera vez que me compré una cámara un poquito profesional era Nikon. Las cámaras son utensilios de trabajo, una cámara por sí sola no te da mejores fotografías. Las fotografías hay que pensarlas antes de darle al gatillo de la cámara.
En la fotografía que yo he hecho a lo largo de mis años he mezclado blanco y negro con el color e incluso durante la pandemia estuve trabajando aquí en España con móvil, todas mis fotografías de la pandemia las hice con mi móvil, porque teníamos prohibición de entrar en los lugares en los que yo quería entrar, que eran los hospitales, los sanatorios, la residencia de ancianos, y como no podía entrar con una cámara, porque me echaban, pues entraba como si fuera alguien que pasaba por allí y hacía fotos con el teléfono móvil. Y los teléfonos móviles están avanzando tan increíblemente que pronto en dos o tres años, van a ocupar un gran espacio en la vida, no solamente de la gente normal y corriente, sino también de los fotógrafos profesionales.
Al final lo que interesa es: enséñame qué has hecho y te diré si me gusta o no me gusta, si lo has hecho con una réflex, si es Nikon o Canon, o si la has hecho con tal cosa o tal otra, eso no me interesa”.
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