Golpes
Fotografías: Alexis Díaz Belmar
Texto: Francisca Márquez
I.
Golpes se titula este libro, golpes sobre la materia, perforaciones, oradaciones. El libro no tiene texto que acompañe las 28 fotografías; solo un escrito final del curador Jorge Gronemeyer. Un texto breve en el que nos entrega las claves históricas que permiten mejor comprender las imágenes anteriores y en el que se agrega un pie de página donde se deja constancia que tanto el libro como el texto final fueron escritos antes de los resultados del plebiscito de salida del 4 de septiembre del 2022. Lo fascinante del libro, como la muestra que se exhibió hace unos meses, es que las palabras no se necesitan para comprender el lenguaje de las imágenes. Solas, las fotografías permiten que nuestras mentes hilen, amarren en líneas sutiles, cada una de estas perforaciones al golpe inicial, el Golpe de Estado de 1973.
Me cuesta comprender cómo es que esto sucede, pero así ocurre. Me pregunto si la limpieza y nitidez de la fotografía es lo que contribuye a este traslado en el tiempo. Porque son imágenes que a pesar de su limpieza desgarran.
Me he preguntado también, desde la primera vez que vi estas fotografías, como fue que Alexis descubrió estas perforaciones; como fue que se aventuró en fotografiarlas. Con seguridad, sus dedos tienen que haber tocado esos muros, me cuesta pensar que el fotógrafo solo obturó y observó. Hay algo en estas fotografías que me hacen pensar que antes, Alexis tiene que haber sentido ese material, duro, frío al tacto y tal vez húmedo. O quizás no, quizás solo las observó desde lejos, desde una vereda y allí se quedó observando una y otra vez, hasta imaginar el encuadre y el modo de capturar ese golpe que precede a la perforación.
II.
Mientras empezaba a escribir esta reseña, le pedí al autor que me mandara su curriculum. Para mi sorpresa, o quizás no tanto, descubrí que tiene estudios de antropología. Es master en Fotografía, Arte y Técnica en la Universidad Politécnica de Valencia, pero también es Licenciado en Ciencias Económicas en la Universidad de Chile con estudios en Antropología.
Citando a Tim Ingold, antropólogo británico, podríamos decir que Alexis es un “topo entrenado antropológicamente, para quien la materialidad del mundo no está culturalmente construida sino excavada; el material reside más allá de las cosas de la cultura, en sus lejanas superficies interiores. Cosas que podrían estar fenoménicamente presentes en la cultura del topo sólo como ausencia material; no como objetos concretos, sino como volúmenes de espacio vacío limitado externamente. Cuando la cueva se termina lo único que parece haber sido creado es un volumen vacío”.
Me parece que esta bella cita del antropólogo británico es perfecta para entregarnos algunas luces respecto a lo que se siente y percibe frente a estas imágenes. Porque todas ellas nos ayudan o nos seducen a ir más allá de la pared, a introducirnos por ese muro y su material, por el agujero y su oscuridad. Lo bello de estas imágenes es que una vez que nos sumergimos en estos matices y rugosidades de la materia, ellas nos conducen, dentro de la corriente de la memoria. Los materiales como las imágenes, se vuelven materias vivas e hipnóticas, para develarnos – si logramos permanecer allí – las cortezas de las que se compone cada uno de estos muros perforados. El golpe hizo su trabajo.
La habilidad del fotógrafo esta justamente en su capacidad de percibir lo ausente, a la manera de un arqueólogo. “Los arqueólogos se enfrentan constantemente a aquello que es invisible ante los ojos, no por una carencia de habilidad, sino porque lo que se busca percibir está cubierto o simplemente no está ahí. Esta última ausencia se vuelve particularmente evidente cuando los arqueólogos tienen que ir de lo que conocen a lo que desconocen. Los arqueólogos siempre se enfrentan a la necesidad de develar aquello que no ha sido excavado [golpeado, perforado] por ellos mismos previamente”, señala el antropólogo Cristián Simonetti. En efecto, Alexis participa del lugar, se sumerge, permanece, mira y observa de uno y otro ángulo; hasta lograr comprender las ausencias de aquello que ya no está, pero que no estando se hace brutalmente presente. En gran parte también, porque la materia que allí ha sido arrancada es materia de nuestra historia y de nuestras vidas.
El poder de estas fotografías, el hau como energía inmanente en los términos de Marcel Mauss, es el de permitir movernos multisensorialmente hacia lo que está ausente. Es la sinestesia que opera, gatillando e interconectando los sentidos de un misterioso modo, al punto que solo valiéndonos de nuestros ojos, podemos percibir sus rugosidades, humedades, olores y quizás, sabores. No necesitamos tocar para sentir la humedad que rodea esas perforaciones; pero tampoco necesitamos saber mucho de la historia de ese muro agrietado, para sentir su tibieza e imaginar la vida cotidiana que se amarra tras la ventana. No necesitamos saber mucho de nuestra historia, para saber que esas perforaciones responden a golpes sobre ella. La lejanía de la visión sobre esos muros no elimina la cercanía táctil con el mundo. Es ahí donde surge esa capacidad de sentir e imaginar lo ausente, en estrecha continuidad con el medio, pero también, y aquí aventuro una hipótesis, de la mano de nuestro largo adiestramiento por vincularnos a esos golpes sobre nuestras vidas y nuestra historia. De allí que ese pasado opere aun, una y otra vez, como herida o grieta, sobre nuestras memorias y prácticas; es el trauma que se nos revela en estas imágenes de Alexis Díaz.
En síntesis, si conocer en arqueología depende de la habilidad de percibir lo ausente; en la fotografía depende de esa capacidad de obturar sobre la ausencia, en este caso, obturar sobre esos agujeros negros de nuestra historia. Forzando la metáfora, diremos que los agujeros negros son esa región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente densa como para generar un campo gravitatorio tal, que ninguna partícula – ni siquiera la luz – puede escapar de él. De allí la relevancia de poder excavar y obturar para develar lo que allí permanece como pura ausencia.
III.
Los invito a mirar tres de estas fotografías. Quiero pedir que, por un momento, observemos esos materiales que rodean la perforación, y podamos aproximarnos a esa enmarañada complejidad que se puede descubrir tras el golpe que sufren esos muros; y apreciemos cómo estos materiales, a pesar de todo, han sabido y podido fluir, entremezclándose con la vida de los seres humanos que allí habitan, a pesar de los golpes.
Lo primero, es decir que no tenemos fotografías previas al golpe, seguro que Alexis ni había nacido. Lo que tenemos aquí es la ventana a casi 50 años después del golpe y de la perforación del muro. Cincuenta años no es poco, han pasado muchas cosas, muchas; se han caído estatuas y monumentos, se han resquebrajados las certezas. Pero las imágenes sobre estos agujeros nos dejan entrever que a pesar de todo la vida sigue su curso, la gente se baña, las duchas se oxidan, los muros hacen su trabajo.
Como en esta primera fotografía del Parque Almagro, donde la humedad, los hongos, el óxido se vale de las mismas perforaciones y agujeros para salir a la superficie, para escapar y visibilizar su trabajo.
En la segunda fotografía (Padre Alonso Ovalle 1212), en cambio, nuevos materiales se suman ¿acrílico? Ese bello lila no es casual. A diferencia de los hongos que surgen en esa amalgama entre la humedad, el agua y el aire, aquí el acrílico lila irrumpe de la mano de una joven mujer (así lo imaginé), quizás feminista, que eligió comprar e instalar ese vidrio en la ventana del muro perforado. Lo bello es que el concreto resiste y allí está – cincuenta años más tarde – sosteniendo los nuevos materiales. Allí el lila irrumpe, se impone, el fotógrafo lo ve y lo capta. La belleza de este contraste es evidente y esperanzador. Tanto como los hongos y el musgo creciendo como crece la vegetación ruderal entre las fisuras de la ruina y el escombro.
Finalmente, quisiera finalizar con la fotografía al monumento a Diego Portales. Lo que me sorprende en esta imagen, no es tanto la violencia de la perforación (seis fueron las balas que lo atravesaron) en una escultura que representa a un personaje tan querido y venerado por la dictadura; sino la actualidad del rostro perforado, a imagen y semejanza de los cientos de mutilaciones oculares ocurridas el año 2019 para el estallido social. La actualidad de esta imagen nos confirma que – como canta el bello poema de Antonio Machado – nuestra historia se ha hecho golpe a golpe, verso a verso.
Sobre el Autor:
Alexis Díaz Belmar, Santiago de Chile, 1977
Fotógrafo, editor e investigador. Master en Fotografía, Arte y Técnica en la Universidad Politécnica de Valencia, España. Licenciado en Ciencias Económicas en la Universidad de Chile con estudios en Antropología. Sus temas de trabajo e investigación son el territorio, la memoria y sus relaciones con el capital. Como editor y curador ha trabajado con fotografía del periodo de dictadura de Pinochet, como el proyecto “Plebiscito en Chile, 1988” de Álvaro Hoppe, presentado en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile.
Ha publicado cuatro libros, entre ellos “Concepción de Mercado”, trabajo que fue expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago en el proyecto Museo Abierto y “80 días”, comisariado por Patrice Loubon en la galería Negpos, en Nimes, Francia. Posee obra en la colección de Arte Contemporáneo del Ministerio de la Culturas, las Artes y el Patrimonio del Gobierno de Chile y en el Centre d´art photographique NegPos de Francia. Actualmente se desempeña como director de Haikén ediciones, editorial especializada en fotografía y su desplazamiento hacia otras disciplinas.
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