Felipe Figueroa
Construido en el año 1992, el patrullero de Servicio General de 533 toneladas de la Armada de Chile ha cumplido diferentes funciones durante sus años en servicio. Pequeño en comparación a sus compañeros navegantes, Micalvi es la puerta de entrada para muchos grumetes y marineros recién egresados de la Escuela Naval.
Aquel sueño violento, el mar tranquilo.
Quiero ser marinero.
Escotillas y ventanillas, sigilo. Murmullos, murmullos.
Desde lejos; una imagen gris. Una sensación impenetrable, la coraza forjada en hierro, remaches. Fría, rígida. Un azul profundo y la fuerte brisa marina que no mueve absolutamente nada. Rostros serios. Jóvenes tripulantes. Un gigante lleno de amores, un oscilante en rebeldía, un jardín condenado al movimiento. El suelo está tibio, las viejas calderas están funcionando.
El mar como maestro de vida entre la adolescencia y la adultez. La complicidad como arma para la supervivencia cuando en castas se divide la sociedad interna, rodeada de las frías paredes de un buque patrullero que no concibe su existencia si no es con la vital juventud de quienes alberga en su lecho cada cortos periodos de tiempo.
Con una tripulación joven en su mayoría y otros pocos con algunos años más -acusada en sus rostros la experiencia en el mar- se conforma un mundo paralelo diferente a la realidad en tierra. El pequeño buque de Talcahuano es el lugar donde grumetes y aprendices; entre los límites del uniforme y su individualidad, la vocación y el éxtasis de amores prohibidos por la institución; sin saberlo, sin anunciarlo, iniciaron el desafío entre la realidad y la ficción que los llevará a encontrar una vida en el mar.
Para muchos aprendices de marinero, la carrera naval significa un cambio de vida en todo sentido; Permutar la quietud de la cotidianidad en suelo firme por un barco en una botella; la oportunidad de ser alguien representado en los símbolos en un uniforme y el lazo con una institución. Optar por forjar un camino, entre el vapor y el vaivén, muy distinto al que tendrían siguiendo las huellas de lo esperable en tierra. Crecer de golpe. La inmediatez. Iniciarse como adultos, que van echando tierra en el mar. Construyendo a pulso la estabilidad económica que les permita cambiar el curso de lo que el destino podría haber preparado para ellos, probar suerte quizás, sufrir tristezas y añoranzas de quién no sabe si mañana tendrá pan en su mesa. Respirar. La estática rutina y albergada en la brisa la posibilidad de un futuro mejor.
Escoger y ser escogidos para ser gente de mar es un gesto de sacrificio que no tiene vuelta atrás. La vida naval tiene otro tipo de desafíos. Nómada, de puerto en puerto. Implica generar vínculos con el entorno en tierra y aprender a respetar jerarquías más estrictas a las que se acostumbra y se conocen previamente. Se es marino para siempre y se debe aprender a vivir y habitar como tal; mientras se van construyendo los conocimientos y aptitudes propias de quien se hace uno con el mar. Se aprovecha cada instancia que regala esa nostalgia de hogar con rutinas cotidianas como ver televisión o preparar una cena. La antesala y los momentos previos a entregarse por completo a una causa que más que personal se transforma en colectiva. El Micalvi será parte de la historia de cada tripulante que se ha mecido entre sus 533 toneladas al son de la melodía de la furia y la calma en las costas del Sur.
Datos Técnicos:
Canon EOS 6D
35mm f2 USM II IS
Acerca del Autor:
Felipe Figueroa es fotógrafo documentalista y reside en Santiago de Chile. Titulado de Fotografía Profesional en el Instituto Profesional de Artes y Comunicaciones Arcos, desde 2016 se desempeña como reportero gráfico y fotógrafo documental. Ha colaborado en diferentes medios, agencias y revistas internacionales y nacionales tales como Getty Images, The Wall Street Journal, Buzz, ELLE Italia Magazine, Forbes México, Yahoo! News, The Telegraph y La Tercera, entre otros, cubriendo una amplia y diversa gama de eventos. Durante 2018-2020 formó parte del staff de las revistas de circulación nacional Sábado, Revista Ya y Wikén del diario El Mercurio (Chile).
Actualmente se desarrolla de manera independiente, manteniendo un constante trabajo autoral con principal interés en temas ambientales y sociales. A través de dichos trabajos, ha publicado y contribuido en diferentes medios internacionales y nacionales, tanto digitales como impresos.
Sitios Web:
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