Meli Zomo: Cuatro Mujeres
Meli Zomo: Cuatro Mujeres
Meli Zomo: Cuatro Mujeres
Meli Zomo: Cuatro Mujeres
Camila Sánchez Andueza
En el silencio de una sinfonía que nace del fondo de mi corazón, voy descubriendo cada una de las capas que yacen en mi interior, cuyo movimiento se asemeja al de la camanchaca y envuelve la vista en un blanco espesor, fresco aire matutino que entra por la piel y es liberado a través de la exhalación, a través de un suspiro y un suave clamor.
Me siento y observo la cotidianeidad, pareciera que de pronto la vida estuviera dibujada y sólo nos queda colorear, pero qué hay de nosotros que sin darnos cuenta la hemos de trazar. Adormecidos por las ilusiones vamos creando sin más, caminamos en sueños, ya es momento de despertar.
Me encuentro en el jardín de la casa y veo cómo las hierbas comienzan a florecer, algunas acentúan sus colores, parecen fuertes y delicadas a la vez. Caen los rayos de luz y el sol va entrando en mi cuerpo -dulce y cálida sensación-, cierro los ojos y me quedo en silencio, oigo el susurro de una voz que me abraza en claridades y me dice “camina en amor, camina en amor”.
Y así fui caminando hacia mis adentros hasta llegar a la certeza de lo que se ha de decir, busqué a quienes vivieran sintiendo la conexión que hay con todo lo que está allí, cuyas manos sean firmes y tiernas y cuyos pies no dejen huella, tan sólo ese cálido aroma que se expresa mediante los ojos y la voz, y sus cuerpos sientan el pálpito que nace del corazón de la Ñuke Mapu, Madre Tierra.
Conocí a cuatro mujeres mapuche, hermosas manifestaciones de la vida, ellas llevan consigo las verdades ocultas ante la vista, la simpleza de una palabra que todo ha de decir, pues sus cantos y silencios revelan lo más profundo de su sentir. Su existencia se desenvuelve en un entorno lleno de paz, donde la naturaleza ha de surgir y cesar, es el sol el padre que ha de abrigar, es la luna la hermana que ha de iluminar un sendero nocturno lleno de estrellas donde los pálpitos diurnos han de descansar.
Faumelisa Manquepillán es el fuego que ha de atravesar la piel tocada, calor intenso y suave flama que se observa en su mirada. Es su presencia el encanto que se siente en el corazón cuando atraviesa los cielos y extiende sus alas hacia el sol, reflejos tornasoles de un amanecer anaranjado.
Natalia Guineo es el agua que fluye armoniosa y se desliza como un río a través de las rocas. Algunas veces su corazón llueve y purifica lo que ha de irse, lo que está de más, imágenes otoñales que cubren el rostro de sal y la vuelven cristalina ante quien la ha de mirar, fortaleza genuina que emana verdad.
Catalina Manquepillán es la tierra que sostiene firme a quien se cobija en su regazo, en ella la dulzura se encuentra silenciosa como un brote escondido entre las ramas de un árbol. Su esencia abraza cálidamente a cada ser que aparece en su camino, siendo ella un alma sanadora que habla con la vida y nutre con cada latido.
Mirta Manquepillán es el aire dador de vida, libertad que vuela y se expande colorida, como una mariposa ha de posarse en las flores cuyos aromas la envuelven en sutiles sensaciones. Y así va irradiando alegría que viaja con el viento como una semilla, se hunde en la tierra y ya crecida se vuelve el fruto de una bella sonrisa.
Son cuatro los elementos que en conjunto crean la vida, siluetas cambiantes que emanan las formas de una misma energía, tejidos vibrantes de suaves matices y bellos colores que van sucediendo en torno a la danza de las emociones. Vamos habitando en nuevas imágenes a cada momento, la transformación es lo único que permanece en el tiempo, de pronto somos agua que cae del cielo y se vuelve río, cuyos sorbos se manifiestan en nuestros latidos. Y es por ello que hemos de caminar con atención para que las huellas sean de paz y de amor.
Equipo fotográfico:
– Cámara: Canon Rebel T3
– Optica: Canon 18-55mm