Zoraida Díaz sigue a Carlos Pizarro
“Que la vida no sea asesinada en primavera”: Zoraida Díaz sigue a Carlos Pizarro
Fotografías: Zoraida Díaz
Texto: Santiago Rueda Fajardo
Ser mujer en ciertas instancias ayudaba, porque una mujer no inspiraba el mismo nivel de recelo y desconfianza que un hombre. La cámara y el reportero tienden a ser invasivos y aunque ser fotógrafo de agencia es un oficio de alta competitividad, lo mío siempre fue medido y lento. No sólo no quería hacer fotos parecidas a las de los colegas, sino que también quería ahondar en esa comunicación no verbal tan esencial para el trabajo documental.
Una condición básica del trabajo del fotoperiodista en un país como Colombia, donde se ha sufrido una cruenta guerra civil por más de cincuenta años, es la experimentación de un contacto con realidades sorprendentes y sórdidas. En un medio dominado tradicionalmente por hombres, a inicios de la década de 1980 surge la primera generación de mujeres dedicadas a la reportería gráfica. Una de ellas, Zoraida Díaz, le tomó el pulso al país de una manera tan aguerrida y certera que cuesta creer que su trabajo haya sido realizado por una sola persona.
Díaz emigró siendo muy joven a Estados Unidos, donde se formó en Literatura en la Universidad de Maryland. En 1987, se establece en Colombia como stringer de la agencia Reuters. Allí conoce a fotógrafos como Luz Elena Castro, Francisco Carranza, Jorge Parga, Patricia Rincón y Fabio Serrano. Conoce también las dificultades laborales y técnicas de esta profesión en un país azaroso. Casi inmediatamente termina en el ojo del huracán, cubriendo momentos claves en un periodo crítico, registrando en cortos años a los principales actores del conflicto armado colombiano, totalmente contaminado por el narcotráfico y los excesos de una violencia heredada de generación en generación.
Díaz cubrirá hechos históricos tremendos como el atentado terrorista del vuelo 203 de Avianca, donde murieron 110 personas, y la voladura del edifico del Das (policía secreta) con un saldo de 63 muertos, ambos en 1989.
Ese mismo año Diaz sigue de cerca la entrega de armas del grupo guerrillero M-19 (Movimiento 19 de abril) y su tránsito hacia la paz. Tuvo contacto con el líder del movimiento y posterior candidato presidencial, Carlos Pizarro, y le fotografía desde la entrega de armas en marzo de 1990, hasta su asesinato en un avión en la pista de despegue del aeropuerto de Bogotá dos meses después, recién integrado a la vida civil y en plena campaña presidencial.
Pizarro, un carismático líder, era llamado “el comandante papito”. Hijo de un vice almirante de la armada colombiana, fue un combatiente experimentado que derrotó al ejército en varias oportunidades, y en sus últimos años, un convencido de la paz, que declaró: “Ofrecemos algo elemental, simple y sencillo: que la vida no sea asesinada en primavera”.
Falleció en la campaña electoral de 1990, en la que fueron asesinados otros dos jóvenes y valientes candidatos: el lider de izquierda y candidato de la UP -Unión Patriótica-, Bernardo Jaramillo Ossa y el liberal Luis Carlos Galán.
Estas fotografías testifican el tránsito de Pizarro de la lucha armada a la vida civil, desde las montañas del Cauca hasta la lluviosa mañana de su entierro, el 28 de abril de 1990 en Bogotá, y en ellas vemos tanto a los militantes enfurecidos como a sus líderes, Marcos Chalita y Antonio Navarro, fuertemente escoltados por hombres armados. El clima de inminente peligro es evidente. Navarro, no sobra decirlo, asumió el lugar de Pizarro, -paradojicamente uno de los hombres más escoltados en Colombia-, obteniendo el tercer lugar en esas elecciones. Posteriormente, Navarro se convirtió en figura fundamental de la reforma constitucional de 199, allanando el camino para que 20 años después un compañero de armas suyo, Gustavo Petro, llegara a ser presidente de Colombia.
Diaz, quien ya había retratado a otros líderes guerrilleros, entre ellos al legendario Tirofijo en su campamento de Casaverde, siguió la comitiva del sepelio hasta el Cementerio central en Bogotá. En sus imágenes es evidente su arrojo y cercanía a sus protagonistas en un momento tenso y doloroso.
Sobre el retrato de Marcos Chalita declara:
“Los militantes del M-19 rodeaban a los líderes sobrevivientes de la masacre del Eme, y la mirada de furia contenida no permitía que uno se acercase fácilmente. Subí la cámara lentamente para que me viesen. Cuando Chalita miró directamente a la cámara, oprimí el obturador. Era mucha la gente y todos estábamos apretados; Chalita estaba a menos de dos metros y sentí, más que vi, las miradas agresivas de los escoltas y el entorno de profunda tristeza. Sentí admiración por ese líder campesino oriundo del Caquetá, que no agachaba la cabeza, aun sabiendo que el Eme había sido herido de muerte y que su sombrero suaceño era el blanco perfecto para un siguiente atentado.”
Las fotografías del magnicidio son un testimonio del largo camino hacia la paz en Colombia, siendo, a la vez, un homenaje a un personaje a quien la fotógrafa conoció brevemente, y quien dejó en el camino hacia la paz, una huella perdurable.
Acerca de la Autora:
Nació en Bogotá en 1965. Emigró a los Estados Unidos de niña y empezó estudios de periodismo y literatura latinoamericana en la Universidad de Maryland.
Díaz tiene un BA en Literatura y Comunicaciones del The City College of New York y una maestría (MFA) en Escritura Creativa de la Universidad de Baltimore.
Se convirtió en una apasionada de Latinoamérica y de la fotografía cuando siendo aun estudiante, viajó como asistente de investigación de una expedición Fulbright-Hays a Honduras y a Guatemala, organizada para estudiar a los Garífuna–una etnia caribeña descendiente del mestizaje de grupos indígenas del caribe y de esclavos africanos.
Esa incursión temprana en retratar otras culturas inspiró en Díaz un interés en la fotografía documental. A los 22 años de edad retornó a Colombia donde trabajó freelance para la agencia neoyorquina Gamma Liaison y para la agencia internacional de noticias Reuters. Durante los próximos seis años, Díaz documentó uno de los periodos más violentos en la historia del país.
Con Reuters, Díaz fotografió varias historias de importancia histórica en el continente latinoamericano tales como la invasión estadounidense a Panamá en 1989; el golpe de estado de Hugo Chávez en 1992, la crisis de rehenes del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) en 1997, y la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998.
Sus fotografías llegaron a las primeras planas de periódicos y revistas a nivel mundial, incluyendo al The New York Times, The Washington Post, Newsweek, International Herald Tribune, Libération, O Globo, The Guardian, The Independent, Herald Sun, Dagens Nyheter y Clarín.
Su trabajo ha sido exhibido en varios países incluyendo Colombia, Perú, Brazil, Italia y Estados Unidos y ha sido referenciado en textos académicos y de arte, tales como Fidel Castro; arrêts sur images de Nancy Berthier, Post Scriptum; una línea de polvo de Santiago Rueda, Monaco; memorias ilícitas contadas desde el arte, y en el libro A World History of Women Photographers de Luce Lebart y Marie Robert de la editorial Thames & Hudson.
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