por Borja Abargues
Es lunes. La nieve cae a plomo y el termómetro marca -30C. Desde la ventana del barracón se observan las montañas nevadas por las que decenas de personas intentan, cada día, cruzar a Europa a través de los Balcanes. El paso a través de las montañas no es fácil, menos aún en invierno, pero la geografía no es el mayor de los problemas para la gente en movimiento.
Desde hace varios años la UE invierte dinero, recursos y tecnología en convertir la entrada a Croacia en casi un imposible. Cámaras de calor, detectores de movimiento y unos 6.300 policías fronterizos recorren el perímetro interceptando a toda persona que intente pasar a Europa. La ONG No name kitchen ha denunciado repetidamente la violencia extrema que emplea la policía croata contra los migrantes: destruyen sus móviles, les quitan el dinero y los papeles, luego les golpean en las piernas o les echan a los perros antes de devolverlos a Serbia, para que las heridas no les dejen volver a intentarlo en algún tiempo y, a pesar de eso, vuelven a intentarlo, una y otra vez porque, en esa situación, la mayoría de ellos no tiene ya posibilidad de vuelta atrás.
El control y las expulsiones son algunas de las razones por las que muchos migrantes en los Balcanes prefieren no entrar en los campos de refugiados. En su lugar viven como pueden en lo que ellos mismos llaman the jungle. Esta jungla es la de los bosques que rodean las ciudades más cercanas a la frontera con Croacia.
Allí sobrevive gran parte de los migrantes, la mayoría de ellos muy jóvenes, agrupados en casas abandonadas, pequeños barracones o tiendas de campaña. Algunas ONGs se encargan de proveerles de ropa y comida. La vida allí es dura, pero los que la viven, prefieren eso a estar a merced de las autoridades que regentan Lipa: “Queremos tener la libertad de intentar cruzar a Europa a nuestra manera, sin que los responsables de los campos sepan si vamos o venimos, y sin que nadie nos diga nada”, dice un joven pakistaní de 21 años y que prefiere ocultar su identidad.
Ellos saben que dentro son carne de cañón para las devoluciones en caliente así que, si tienen que mandarlos de vuelta a la casilla de salida, al menos que sea intentándolo, aunque eso pueda llevarles media vida.
Acerca de Borja Abargues:
Inicié mis estudios en la Escuela de Fotografía Documental Blank Paper de Valencia (ESP). Aunque mi formación técnica fue totalmente autodidacta, muy pronto empecé a interesarme por el fotoperiodismo con profesionales cómo Gervasio Sánchez ó Sandra Balsells.
Durante mi trayectoria profesional cómo fotógrafo, he colaborado con múltiples medios de comunicación, Agencias y ONG. En la actualidad, trabajo para entidades cómo CRUZ ROJA o NASCO FEEDING MINDS, agencias cómo NURPHOTO o grupos editoriales cómo EDICIONES PLAZA.
He participado en varios concursos fotográficos y he conseguido reconocimientos cómo los obtenidos en los INTERNATIONAL PHOTO AWARDS de 2017 y 2019, LICC de Londres en 2018 o las distintas selecciones en DESCUBRIMIENTOS PHOTOESPAÑA en las ediciones de 2015 y 2016.
Actualmente, estoy inmerso en la realización de nuevos proyectos fotográficos relacionados con las crisis sociales en el mundo, la salud y el impacto ambiental.
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