Los caminos de Ana María Ziebold
Fotografías: Ana María Ziebold
Texto: Sandra Gaete Z.
Dar a conocer el trabajo artístico de Ana María Ziebold es un aporte en el rescate cultural y la memoria de nuestro país. Actualmente se encuentra en proceso de edición el libro “Caminos. Fotografías de Ana María Ziebold”, el que será publicado en abril de 2024 gracias al financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Convocatoria 2023 y el patrocinio de la Biblioteca Nacional.
Las fotografías de Ana María Ziebold componen un cuerpo documental que permite detenerse en un espectro de la vida en Chile entre los años 1980 y 2000. Es la captura de paisajes, costumbres y habitantes, que, aunque muestran un pasado reciente, se perciben con una lejanía avasalladora. Son tres décadas que se desdibujan y que perseguimos hoy a contracorriente con el propósito de dejarlas fijas y lo suficientemente nítidas para dar a conocer una muestra representativa de nuestro país, desde el lente de esta mujer fotógrafa.
Con una singular mirada, donde destaca la profundidad de la imagen, la técnica de laboratorio y el contexto en que fueron creadas, el material reunido, que consta de alrededor de 600 copias en papel, fue donado al Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional durante el 2023, pasando a constituir una foto en sí misma: el retrato de una época.
Ana María llegó a la fotografía casi por azar, su anhelo era encontrar un espacio de desarrollo personal que la sacara de la rutina de dueña de casa —sin excluirla, sino compatibilizándola—; esperaba expresarse y ver nuevas realidades. Podría haber sido un curso de jardinería o de pintura, pero llegó en 1980, con 34 años al Foto Cine Club de Chile, un lugar dedicado a la fotografía ubicado en calle Viollier 32, en el Centro de Santiago. Por primera vez observó la fuerza que contenía una fotografía en blanco y negro. La posibilidad de lograr un resultado como ese la estremeció. La imagen congelada emitía una intensidad poderosa, acentuada por el contraste del monocromo y las dimensiones de la ampliación. Encontró en el Foto Cine Club de Chile un lugar donde aprender y compartir este incipiente entusiasmo sin temer a equivocarse. Se instaló junto a otros aprendices y fueron revelando, negativo, tras negativo, cómo era posible crear con los matices del claroscuro.
Eran tiempos complejos, la desconfianza tras el golpe militar estaba en un punto extremo, quizá por eso volcarse en la fotografía junto a extraños, enfocándose en ello y no en las realidades de cada individuo, permitió que fuera un espacio idóneo para cultivar esta pasión. Los integrantes del club provenían de variados segmentos sociales, tenían diferentes edades y las más diversas profesiones y ocupaciones. Eso sí, las mujeres que participaban eran solo un puñado. El carácter de club y su horario vespertino le permitió a Ana María integrarse de lleno, sin alterar la rutina de su hogar. Podía ser una madre muy presente y también ser fotógrafa.
Los fotoclubes tenían la particularidad de realizar una serie de actividades en torno a la fotografía que iba más allá de los cursos. El FCCCH organizaba salidas colectivas de tomas fotográficas en terreno, visitando distintas zonas de Santiago y sus alrededores. Hacían sesiones para analizar las fotos, concursos mensuales internos, canalizaba la participación en salones nacionales, internacionales, bienales y exposiciones coordinadas por la Federación Chilena de Fotografía (FCHF) y la Federación Internacional de Arte Fotográfico (FIAP).
Ana María montó su primer cuarto oscuro dentro de un closet de su casa y se dejó guiar por grandes maestros como Roberto Thomson, Angelo Cánepa y Jorge Sacaan. Era meticulosa, lo que la ayudó a sumar lo aprendido a una experimentación constante. La concursabilidad y la crítica de sus profesores y compañeros fueron un incentivo importante para avanzar rápidamente en sus logros, lo que se evidenciaba en los premios obtenidos en distintos concursos. Sus primeras fotografías eran el producto de las salidas a terreno con los integrantes del fotoclub, de su familia o de amigos que posaban para ella; pronto comenzó a ampliar el ángulo compositivo y las temáticas. Fue ganando seguridad y perfeccionando la técnica del revelado en el laboratorio, llegando a ser profesora en el FCCCH, superando así a varios de sus compañeros en muy corto tiempo.
Dentro de las temáticas abordadas hay retratos de mujeres, niños y ancianos; rostros que conmueven por su expresividad. Ana María salía a la calle, sola, con otros socios del fotoclub y también con su familia. Recorría, miraba y disparaba el obturador cuando aparecía un gesto que la maravillaba. Su actuar era espontáneo, sin planificación alguna, aunque muchas de sus temáticas tendían a ser recurrentes.
Tomó un importante grupo de fotos en el sur de Chile. Puerto Montt era la ciudad natal de su marido, Claudio Gaete, y juntos entablaron una complicidad para recorrer los caminos y pueblos de la región de Los Lagos. Se perdían por días hasta seguir la última huella que les permitiera llegar en auto, o subían a un bote para navegar las islas del archipiélago de Chiloé.
Estos recorridos congelaron en sus fotografías costumbres y fiestas que parecían atemporales, pero que hoy ya no existen, como la regata chilota o la fabricación de tejuelas de alerce a corte de hacha.
En los años noventa avanzó en su experimentación técnica y dio un giro al utilizar película infrarroja combinada con un lente gran angular. De esta combinación dan cuenta paisajes del sur de Chile y también de Europa que parecen bañados por nieve y donde es posible apreciar una gran cantidad de planos, todos sumamente nítidos. Se obsesionó por fotografiar caminos en los que se pierde la profundidad y la perspectiva. El resultado de este ejercicio fue la exposición “En el camino” realizada en el Instituto Chileno Norteamericano en 1996. A partir de ese momento, si bien había desarrollado múltiples cargos directivos dentro del FCCCH como directora de docencia, directora del Salón Nacional de Fotografía Artística, vicepresidenta y presidenta, da un paso decisivo al adquirir una casa ubicada en Domínica 54 en el barrio Bellavista, un espacio cultural que se llamó Fotoencuentro, dentro del cual funcionó la nueva sede del FCCCH y la Galería Ziebold, dedicada a la pintura chilena de destacados artistas del siglo veinte. Mantener a flote el club como institución era una tarea compleja. En el ámbito del desarrollo fotográfico hubo un importante cambio de escenario; por una parte, se instaló la fotografía digital, a la vez que se abrieron nuevos lugares de enseñanza. En cuanto a su proceso artístico Ana María optó por experimentar con la fotografía a color, especialmente con el uso de diapositivas utilizando colores y formas abstractas.
Lentamente, Ana María fue dejando la fotografía y guardando este legado en cajas. La falta de incursión en medios académicos y el carácter de aficionado en que desenvolvió su arte pusieron su obra en un olvido transitorio, que hoy sale a la luz y queda en manos del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional para libre acceso y consulta.
Las fotografías de Ana María Ziebold son el testimonio de una época no solo por el contenido de las imágenes que plasmó, sino por el contexto que las circunda y en el cual fueron creadas, asumiendo distintas aristas desde donde ser observadas y estudiadas.
Sin haber cursado estudios superiores formales, al acercarse al Foto Cine Club de Chile y hacer carrera en la institución, encontró un espacio desde donde desarrollar una pasión, perfeccionar la técnica, y realizar un trabajo compartido, propio de un periodo donde la expresión cultural era acotada y restringida. A través de la creación fotográfica, la responsabilidad institucional y un ambiente colaborativo, Ana María Ziebold logró desplegar capacidades que otras mujeres no pudieron alcanzar.
Acerca de la Autora:
La trayectoria fotográfica de Ana María Ziebold comienza en 1980 al integrarse al Foto Cine Club de Chile (FCCCH) donde realiza el curso de fotografía básica en blanco y negro, para continuar perfeccionándose con cursos de laboratorio, composición, iluminación, técnicas especiales, desnudo artístico y fotografía en color.
Desde su incorporación al FCCCH participó activamente en salones nacionales e internacionales, obteniendo más de 150 premios, motivo por el cual se hace merecedora de los títulos honoríficos de Artista (1982), Excelencia (1984) y Maestro (1986) de la Federación Chilena de Fotografía.
Su interés por impulsar el crecimiento del Foto Cine Club de Chile como institución cultural dedicada a la fotografía la lleva a desempeñar los cargos de directora de docencia, directora del Salón Nacional de Fotografía Artística, vicepresidenta y presidenta de la institución. Como docente dictó el curso de laboratorio, además de haber sido invitada a participar como miembro del jurado seleccionador de diversos salones nacionales.
Internacionalmente participó en múltiples concursos, exposiciones y bienales.
Formó parte del colectivo fotográfico “Generación 85”, agrupación creada para dar un impulso comercial a la fotografía. El colectivo fue invitado por la Embajada del Perú a un Safari fotográfico por el país vecino en 1987 que fue auspiciado por Aeroperú y Kodak, dando como resultado varias exposiciones y diaporamas.
Dentro de su participación en exposiciones internacionales destacan: Exposición “Focus Gallery”, San Francisco, EE.UU. (1984); “El Mar y su Entorno”, Cartagena, España (1985); “Chile Vive”, exposición y publicación del libro editado en España (1987); Exposición Fotográfica en Foto Club Buenos Aires (1989); Exposición Fotográfica en Federación Argentina de Fotografía, Buenos Aires (1994); y “Artes y Oficios”, Dade Community College, Miami, EE.UU. (1996).
En 1996 crea Fotoencuentro, espacio cultural destinado a la fotografía y las artes ubicado en Domínica 54, en el barrio Bellavista, donde funcionó la nueva sede del FCCCH.
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