Freddy Rivera Núñez: EL COLECCIONISTA DE LAS CINCO MIL CÁMARAS
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Freddy Rivera Núñez: EL COLECCIONISTA DE LAS CINCO MIL CÁMARAS
La historia del coleccionista de las cinco mil cámaras
Freddy Rivera Núñez
Fotografías: Alanisse Marie R.
Edición texto: Claudio Soto
Recuerdo que mi primera incursión apasionada por las cámaras y sus formas fue a mediados de los años 60. Tenía siete años cuando, junto a mi mascota rumbo a la playa, pasamos por un lugar baldío en el cuál hallé una cajita plástica transparente. Esa caja que en algún momento fue parte de una cinta de scotch, tenía una forma similar a una cámara fotográfica y con la cual -en mi mente de niño- imaginaba que era de verdad.
Mis amigos de ese entonces felices posaban para mí, mientras soñaba con ser un paparazzi de la revista Life, la cual fue mi inspiración. Su contenido fue la tónica y esencia de mi futuro como profesional. En aquella década coincidí con la visita oficial de la Reina Isabel II y el Príncipe Felipe. Obviamente, fui con mi cámara ficticia en donde la imagen magnética de la soberana me hizo inspirar aún más en que algún día cumpliría mi sueño detrás de las celebridades.
Era tanta mi inquietud por la fotografía y las cámaras que solía ir a visitar diversas tiendas del rubro después de clases para así soñar un poco. Recuerdo la casa fotográfica Forestier en Valparaíso, Pellerano y Valck en Viña del Mar, Lobens & Keller y Reifschneider en Santiago en la cual admiraba las cámaras del momento tales como la Leica M3 y la Pentax Spotmatic. Era raro encontrar una Nikon, o al menos era poco lo que se hablaba de ellas en esos tiempos.
La excelencia
Paralelamente, a mis siete años ingresé a la Escuela de Bellas Artes (París) cómo oyente por mi corta edad y por padecer de una discapacidad sensorial lo que no me permitía en aquel entonces comunicarme fluidamente. Gracias a ello tuve la fortuna de sumergirme y ampliar mis conocimientos de una manera cada vez más sólida. Junto a mis compañeros de la Academia viajábamos año a año a diferentes países para sumergirnos in situ en su historia y cultura ancestral. Con esta base, formé el sentido de la estética y el conocimiento de la excelencia del todo.
Así, me transformé en un incipiente artista, por lo cual muy pronto se me ascendió a un nivel superior por mis capacidades adelantadas. Pero de artista no tenía mucho o nada, ya que era solo un copista de la realidad. No imaginaba mis propias obras, por lo cual esto me llevó a recibir de mi maestro español una gran represalia en plena Bienal de Artes en el otoño de los años 70. “Freddy, nosotros formamos la esencia de un artista. Debes sentirla en tu interior y no copiar lo que ves. Es lo que necesitamos de ti como incipiente creador. Eso hace el artista, de lo contrario te transformas en un copista. Mejor adquiere una cámara fotográfica y ponte a graficar todo lo que veas. Ese es tu futuro”, me señaló con énfasis mi maestro, tras tomar una pintura mía al óleo de 2×3 metros.
La transición
Mi primera cámara de familia fue una de baquelita tipo box de film 120 marca Imperial americana regalada por mi abuela. Aunque estaba toda trizada la amaba. Me sentía un fotógrafo de Life, y le anexaba conexiones de inventos hilarantes, quizás absurdos, que hoy en día recordarlo me causa vergüenza. Después, adquirí una pequeña cámara a cuerda marca Universal Univex de 8mm con la cual fantaseaba con ser un cineasta. La cámara medía un poco más que una cajetilla de cigarros. En aquel entonces era un pre-adolescente. Pese a mi corta edad hice clases de arte en diversos Rotary Club en las ciudades de Quilpué y Villa Alemana, entre otros lugares. Era una suerte de niño prodigio.
Sin embargo, no fue hasta la madrugada del 11 de septiembre de 1973, cuando estando en el Palacio Baburizza disertando sobre esculpidos sobre mármol en la madrugada, que cambió todo. Tras el Golpe Militar, quienes estábamos integrados al arte fuimos de una u otra manera oprimidos, neutralizados y aterrorizados en todo el sentido humano. Algunas obras de las que disertábamos hoy son mudos testigos del terror de aquellos días y yacen abandonadas en los jardines de dicho palacio bajo el seudónimo de FRN.
Todos estos hechos históricos que experimenté y sufrimos quienes nos dedicábamos a las artes, lograron literalmente desactivar todo mi sentido interior. Me deprimí y atemoricé más aún al ver el destino de mis alumnos y de mis maestros camino al exilio. Salí adelante y logré no ser detenido por militares por no estar vinculado a ninguna ideología política. Allí comprendí que debía buscar otras formas de expresar mi inquietud creativa.
Los acontecimientos antes descritos hicieron que abandonara las bellas artes para migrar a otros campos. Así, logré allanarme en aprender sobre cine, pero como se dice, “el cine comienza donde termina la fotografía”. El camino lógico entonces era aprender fotografía. Para mí, el cine era mucho más etéreo y romántico, y encajaba con mi personalidad poética, porque las imágenes en sí son un sensible poema en movimiento que te cuenta su sentir.
Comunicar mis inquietudes es una manera de expresar el desplazamiento técnico cinematográfico. Plasmar el sentido estético de sus formas profundas en una eterna sublimación poética de movimiento, dar volumen, capturar el instante para dar vida en su posteridad, y así apreciar las diversas personalidades de las ópticas -algunas muy agudas o agresivas, otras muy punzantes y aterciopeladas, tridimensionales con profundidad o capturar la vida con carácter para encapsularla en un fotograma- simplemente fueron mis pinceles. La cámara fue la paleta que permitió construir mi propia personalidad. Aprender a dominar la luz fueron mis brochas para esculpir y dar forma a la iluminación sobre el motivo.
En el cine liberé mis expresiones artísticas retenidas. Con él, comencé a dar forma a mi extrovertida personalidad. Con aquellos hechos vívidos comprendí e hice de mi filosofía de vida el refrán: “La vie est trop courte pour la compliquer” (La vida es demasiado corta para complicarla).
El punto de inflexión
Años más tarde compré una filmadora -proyectora unificada Wittnauer Cine-Twin doble 8mm- americana con la cual maduré la habilidad del cine y fue la base de todo para pasar a una filmadora Bolex Paillard de 16mm. Con el tiempo trabajé como fotógrafo a contrata, lo que fue bastante humillante, decepcionante y abusivo. Fue una de mis peores experiencias en mis inicios cómo fotógrafo, pues nos explotaban miserablemente, por lo que decidí renunciar.
En junio de 1976 y estando en el centro poniente de Santiago me percaté que a la distancia se incendiaba un bus lleno de pasajeros que no podían escapar, y a las cuales mucha gente trataba de ayudar. En ese momento tenía en mis manos una cámara prestada por un empleado de Casa Loben & Keller. Era una Kodak Retinette (type 042), muy básica, de lente fijo, con una óptica Reomar 45mm f2.8. Lo primero que se me vino a la mente en ese momento fueron situaciones encontradas entre ayudar o graficar, ya que los hechos me hicieron recordar la revista Life. Decidí graficar, ya que había muchos para ayudar. Yo estaba para contar la historia e inmortalizar el momento. Con esa cámara logré 36 tomas fotográficas impecables del suceso que cedí al diario La Tercera. Este acierto marcó mi vida y logré muchos reconocimientos, lo que me inspiró muy pronto a tener una cámara profesional propia.
Como tenía experiencia con una extraordinaria cámara Ricoh Caddy 35mm de medio cuadro de mi padre, decidí adquirir una avanzada cámara Réflex Ricoh TLS 401 35mm de doble visión encargada a un fotógrafo de la Fuerza Aérea de Chile. Más adelante hablé con los ejecutivos de Casa Loben & Keller -representantes de grandes marcas- para que me recomendaran la mejor Canon. Pero, me indicaron que un fotógrafo conocido debía usar cámaras Nikon. La idea no me agradaba ya que su diseño tosco no era de mi agrado.
Posteriormente, comencé a recibir reconocimientos, trabajos y pagos de derechos de diversas agencias informativas con lo que logré obtener mi primera cámara de alta gama: una Nikon F Photomic FTN. Fue tanto el reconocimiento que un personaje de esa época me obsequió una cámara Nikon F2dp1 con su lente 50mm 1.4sc, a la que siguió una Nikon F2sb encargada por mi cuenta a un piloto de LAN CHILE, para posteriormente adquirir la primera Nikon FM motorizada del país que aún la conservo. Así, consecutivamente una tras otra, por lo que se me apodaba Freddy-Nikon. Por esos años conocí a Alfred Reifschneider y al ejecutivo Osvaldo Araya de la conocida tienda del mismo nombre. Para todos era un gran referente de las cámaras de lujo. Agradezco que ambos creyeran en mí y me apoyaran, con lo que terminé siendo parte activa de esta famosa casa fotográfica. Mi primera cámara soñada obtenida de esta empresa fue una Polaroid Sx70. Su diseño y elegancia me cautivaron, hasta el día de hoy. De allí en adelante gracias a Reifschneider logré hacerme y comercializar grandes cantidades de cámaras Nikon, Leica y Zeiss, entre otras.
El mentor
Fue en aquellos años que tuve el honor de conocer a quién sería mi mentor, el más importante referente y conductor, el responsable de quién soy como coleccionista. A él le debo el amor por las cámaras y su conocimiento. Me refiero a don Ángel Barón Mariensbeng, conocido peletero del Centro de Santiago de las décadas del 70 y 80. Era un conocedor acérrimo del universo de las cámaras y uno de los grandes coleccionistas del país, quizás el mayor. Sinceramente, siento que él aún vive en mí y soy su continuidad. En aquel entonces tenía 19 años. Fue él quien me enseñó todos los secretos de las cámaras y sus marcas, fue mi gran cliente, amigo y mentor.
En esos tiempos solía reportear con 6 cámaras Nikon colgando de mi cuello. Mi juventud y la adrenalina del momento, de estar frente a personajes conocidos de la época, me hacía omitir el peso de aquellas cámaras que portaba orgulloso.
A pedido de mis conocidos me sugirieron abrir un local de ventas de cámaras, esto por tener una imagen integrada de la marca Nikon ya que era muy común en esa época verme en los noticieros de los cines, como, por ejemplo, Martini al Instante, Emelco y noticieros de la Tv paparazeando celebridades, cosa que llamaba la atención. Abrí mi primer local en la calle Huérfanos 713 y también en diferentes lugares tales cómo, el Paseo Ahumada, calle Moneda, Providencia, el Congreso Nacional, el Casino de Viña del Mar y Las Condes.
La internacionalización
Mi primer local se llamó FRN 8film, como abreviación de mi nombre Freddy Rivera Nuñez y 8Film, porque me dedicaba al cine de 8mm, donde exportaba cámaras Leica, Nikon y Rolleiflex a diversos países y en especial a grandes coleccionistas de Japón, Francia y EE. UU. entre otros, mediante Richard Paolini que era enviado en representación de las famosas casas fotográficas comerciales de Nueva York.
Este contacto permitió internacionalizarme y aprender a conocer más acerca del mundo de las cámaras de colección y sus interesantes clientes VIP. Conocí personalidades relacionadas con lo mismo, tanto así que esto me llevó a elevar el estatus de atención a mis clientes internacionales. Para ello utilizaba una limusina como transporte habitual para atender cómodamente y dirigirnos al Hotel Carrera dónde me asenté por muchos años.
Durante este tiempo viajaba para atender a nuevos dealers de cámaras, momentos en que además aprovechaba para paparazear y graficar a célebres personalidades. En 1998 pasé a ser parte de Leica Dealer Chile hasta el año 2001. Fue una locura, ya que era agotador viajar por todo Chile para “dejar una Leica en sus manos”, el cual era mi slogan. Esto me costó el matrimonio ya que ser un Leica Dealer era demasiado absorbente, pues me imponían metas cada vez más altas. Tras ello, decidí volver a la fotografía, pero esta vez de eventos, lo que me permitió olvidar momentos agotadores.
Durante este lapso sufrí de una pérdida irreparable de cámaras que había adquirido con el tiempo y otras que había logrado con los Premios de La Polla Chilena de Beneficencia que había ganado en junio de 1988, dinero que invertí en su totalidad en buscar cámaras históricas para volver a levantar mi colección. El problema era cómo conservaba las cámaras y dónde tenerlas pues eran demasiadas. Muchas se guardaron en tambores envueltas en papel en casa de mi madre que posteriormente se incendió, perdiendo gran parte de la colección y archivos fotográficos de mis viajes. Años más tarde, en la segunda casa de mi madre, sufrí un violento robo dónde perdí otra parte de la colección y otros archivos fotográficos.
El retorno
Trabajé duro para lograr rescatar este patrimonio fotográfico, para el cual me valí de avisos y viajes, además de trabajar en una galería de anticuarios.
Logré adquirir cámaras interesantes para que fuera tomando forma la nueva colección. Este proceso coincidió con el auge de Yapo.cl, la cual es una página de avisos de compraventa y que decidió hacerme una nota publicitaria por las 5 mil 366 cámaras reunidas, video que aún se puede encontrar como el “Diógenes de cámaras”.
Lo anterior llamó la atención de un diario capitalino que me hizo una nota sobre el coleccionismo de cámaras, cuyo título era “Sacamos foto a dueño de 5 mil cámaras”. Así, fui adquiriendo nuevamente una colección interesante. Curiosamente comenzaron a llamarme muchas viudas e hijos de mis exclientes para ofrecerme los equipos de sus esposos que alguna vez vendí a ellos y así rescaté más patrimonio fotográfico. Mi sueño inconcluso era un museo para Chile que exponga las cámaras, sin fines de lucro, el que sería un aporte personal histórico de más de un siglo para que llegue a nuestras futuras generaciones.
Ante esto, decidí escribir una carta al presidente de la República en 2010, Sebastián Piñera, manifestándole mi inquietud sobre un museo para Chile. La respuesta -enviada mediante Karen Lawrence su secretaria- fue que me comunicara con el FONDART, al cual fui. Me entrevisté con el encargado y me manifestaron que el Estado carecía de recursos estructurales con los cuales mantener dicha colección. La reunión fue el 9 de septiembre del 2010.
No llegamos a un consenso porque deseaban que entregara la colección de 5 mil 366 cámaras para que se mantuviera en una bodega, lo que no me pareció correcto. El día 23 del mismo mes sufrí el cuantioso robo de parte de mi colección. Puesta la denuncia y detenidos los presuntos sospechosos nunca más supe de mis cámaras, ni de mis archivos fotográficos y recuerdos. Tampoco hubo juicio alguno.
El legado y la heredera
Durante la pandemia del COVID me di a la fuerte tarea de rescatar cámaras, ya que era un momento incierto y que producía que la gente comenzara a desprenderse de todo lo que tenía, lo que me empoderó aún más en el coleccionismo.
Nunca logré concretar un museo físico en el cual exponer las cámaras ante el público, ya que lo mío pasa a ser algo más filantrópico y me olvidé de ello. Desde ese momento me dediqué de lleno a la fotografía de eventos por muchos años en el Hotel W, Ex-OZ y Nikkita de Santiago entre otros, lo que me permitió una vez más expresarme y plasmar mi personalidad en una imagen. Estos trabajos me permitieron ser yo excéntricamente pues, personalmente no sigo las tendencias, más bien las impongo, sea en eventos, coleccionismo o ventas, es mi estilo propio.
En el cumpleaños número 15 de una de mis hijas -Alanisse Marie- no hallé nada mejor que regalarle una Leica D-lux 5 para involucrarla en el mundo de la fotografía, regalo que en aquel entonces noté que fue algo prematuro. No fue hasta años más tarde, cuando mi hija cumplió 21 años, y decidió viajar al extranjero y llevar consigo su Leica D-lux 5, que todo cambió. De vuelta a Chile, en una cena me manifestó lo siguiente: “Papá, me gustaría aprender más sobre la fotografía”. Algo hizo click en ella, hasta que un tiempo después me comunicó su deseo de que le obsequiara una Canon AE-1 Program, ya que es la cámara clásica en tendencia.
Más adelante, y para que comprendiera más el mundo de lo análogo en 35mm le hice de varias otras. La última, el golpe de gracia fue una Nikon F photomic FTN, su nueva joya que ha sabido apreciar, la que adquirí de Cristhian Igglund, mi confiable dealer de cámaras que bien sabe seleccionar para mí.A falta de un lugar físico para exponer las cámaras decidí exhibir a regañadientes y enseñar la historia de parte de mi colección mediante las redes sociales. Esta vez decidí que la creadora de contenidos de la página sería mi propia hija Alanisse Marie, dado a ciertos indicios de pasión y dominio del tema de la fotografía. No imaginé que aquella semilla germinaría explosivamente. Lo reconozco: mi hija me dio una lección y hoy es mi mejor y mayor aliada, pues a través de ella entendí la capacidad e inteligencia de la juventud.
Esta vez mis genes no me traicionaban, hallé mi clon y a quién dejar mi legado, en la persona justa y merecida. He sacrificado toda una vida por estas maravillosas y sorprendentes máquinas mágicas, que nos hacen creer, soñar e imaginar que somos lo que no somos, pues en más de medio siglo de experiencia llegué a una conclusión: “Que muchos son lo que dicen ser y pocos los que son”.
De una cosa estoy seguro, y es que, aunque a muchos les incomode nadie puede negar los altos y bajos que he sufrido de tanto abrazar mi pasión por la fotografía, no estoy tan lejos de autodefinirme como un ave fénix que resurge de las cenizas cada vez para abrazar lo que siempre he amado en mi vida, las diversas formas y secretos de cada cámara y sus consiguientes detalles de estos maravillosos inventos que ha evolucionado sorprendentemente hasta el día de hoy.
Sigo maravillándome cómo la actual generación se ha apasionado y posesionado de las cámaras análogas, creando un camino paralelo a las cámaras digitales. Lo análogo es cultura meditativa y capacidad de cálculos y composición interpretativa “cuando el arte estaba en el fotógrafo”. Es decir, cuando la fotografía era la sapiencia del fotógrafo del ayer. Lo digital, para el mundo de hoy, express, rápido, sin sentimiento ni alma. Actualmente, todo te lo señala la cámara por su IA y no eres creador propio.
El coloquio de tomar y sentir la cámara, observar por su visor una beldad, es lo más cercano al frenesí, y eso se define en una frase: “amor por lo que haces, por lo que sientes y por lo que creas. La pasión hecha con sólo presionar un botón”. Un antiquísimo dicho, que no está tan lejos de la realidad, lleva a formar la conocida frase: “una imagen dice más que mil palabras”. Para muchos no es un misterio que la fotografía en sí llegó para expresar y educar tus sentidos.
El futuro
Este último trecho no nos ha sido fácil, ya que tuvimos que comenzar desde cero dos veces en nuestra cuenta de Instagram @nikonleica.dealer y TikTok @dealer.leicanikon. A raíz del trabajo de mi hija fui comprendiendo que las cosas suceden por algo y que nada es al azar. Sin este apoyo me hubiera sido imposible tamaña exposición al mundo a través de las redes sociales. Por cual, doy gracias a Dios de lo que me ha otorgado.
En 2024 tenemos proyectado -y ojalá sea posible en conjunto con el Municipio de Las Condes, precisamente en el Barrio El Golf- inaugurar una breve Expo-Camara collector, guiada y que anunciaré con tiempo.
Debo con justicia reconocer que algunos modelos de cámaras nos han sido donadas por clientes y particulares anónimos y en adelante seguiremos adquiriendo todo modelo interesante y que haya marcado un momento de la historia de la fotografía. Con esto queremos ampliar más el conocimiento del universo de las cámaras análogas, antiguas, para que alguna vez podamos cumplir nuestro sueño de un museo Camera Collector para Chile.
Enlaces:
instagram.com/nikonleica.dealer
instagram.com/freddyriveranunez